El Recolector de Historias

El Recolector de Historias

domingo, 3 de mayo de 2015

"Una Pesadilla Árabe"

"Esto sucedió hace algunos años. Pasé por la feria de Nis-hin, Novogorod, tierra de los moscovitas, gente incrédula que adoran los cuadros de las cosas creadas. Tomé pieles y abrigos tibetanos, lanas de Cachemira, y telas de Bokhara. Y nuestro Señor el Profeta, cuya tumba he visitado (y cuyo nombre es bendito), favoreció la venta de mi mercancía, de modo que pronto adquirí una faja llena de rublos, monedas de los moscovitas, y conocí a uno de los infieles, cuyo nombre era Demski, con quien había negociado algunas pieles de foca.

Antes de finalizar mis asuntos en la feria me sentí agotado por el ruido y la muchedumbre, las preocupaciones de la compra y venta; y también por los alimentos malsanos de los moscovitas (¡Dios los ilustres!). Mis miembros temblaron, se fatigaron. Cuando Demski vio que andaba con dificultad, y delgado como la vara de un pastor, dijo: "En verdad, Hamet, el camino a Khiva es largo, y el viaje en camello, según creo, es agotador. Si quieres vender tu mercadería es mejor que me acompañes a Berezow, una ciudad sobre el río Obb, en la provincia de Tobolsk. Aunque el invierno sea largo y frío te daré las mejores pieles y el mejor sitio frente a la estufa, donde podrás sudar todos los humores que aquejan tus músculos" Y dije: "Oh, amigo, las palabras del Profeta encarnan en tu camaradería:"

"No hallé amor en mi hermano, sino en un extraño, cuyo afecto es más sincero que el del hijo de mi madre"

Pero él respondió: "Esas son palabras ingenuas. Cuando llegué a Khiva, preparaban kabobs para mi, y ahora, Hamet, lo harán para tí. En dos días alistaremos los caballos y el trineo."

Al segundo día Demski cargó el trineo y la mercadería, junto con las provisiones: carne salada, brandy (¡Alá los proteja!), peras guisadas, tales son las viandas moscovitas. Cubrimos la mercadería con capas, y sobre ellas nos sentamos. Golpeó al caballo con un azote de tres puntas. Avanzamos firmes como los caballos de los kurdos o como los camellos del Beduino.

Escucha, el viaje fue largo; pero la novedad del camino me sostuvo, ya en mi juventud disfrutaba de los sitios extraños y enterarme de la gente que mora allí. Cuando llegamos a Berezow, encontramos a Petrovna, la esposa de Demski, y Alexandrovitch, su pequeño hijo. Le di a ella un pañuelo de colores brillantes, y a él un fez de paño rojo; de modo que se alegraran de verme. Curiosos astros ví allí, un sol soñoliento, que no sale durante meses. Cuando vi esto dije, "En verdad esta es una tierra abandonada por Dios. Por eso sus habitantes adoran los cuadros de las cosas creadas."

Moré casi siempre bajo techo, yendo de la estufa al sauna, o casa de sudación, y de ésta a la estufa. En el sauna tomaron mi ropa y me pusieron sobre piedras calientes, y vertieron agua sobre las piedras. Golpearon mi cuerpo suavemente con ramitas de abedul, hasta que la transpiración fluyera intensa y en verdad esto oportuno en una tierra tan fría. Ya en la casa hablamos de los países que habíamos visto, y de los maravillosos trabajos de Dios. Demski me enseñó el juego de ajedrez, y yo le enseñé el Ahama, que había aprendido en un viaje a la Meca, (que Alá la bendiga).

Una tarde noté que Alexandrovitch, el hijo de Demski, imitaba con hueso las piezas de ajedrez, y las colocaba como escenas, imágenes de cosas creadas. Vi que el hueso pertenecía a un animal grande; ¡y dije, "Ah Demski, de dónde es aquel hueso ya que no he visto aquí ningún animal de semejante porte, sólo liebres y zorros de piel blanca, ya que en esta tierra maldita, Dios ha retirado la luz de su semblante de los animales, y no hay colores." Y Demski me explicó que el hueso fue encontrado en el hielo. Animales enteros fueron encontrados allí, incluso con pelo y carne. ¡Elefantes! Bestias que he visto en la tierra del Magnate, donde su gente adora vacas. Y dije, "Ah Demski, ¿cómo llegaron estos animales al hielo, ya que habitan países cálidos, y no podrían vivir en este lugar gélido?."

Y él respondió, "Tu pregunta es la de un hombre sabio; y en verdad había un hombre culto aquí, a quien el Zar (Dios lo conserve) envió hasta nosotros, un hombre de la nación de Frank, que examinó estos huesos. Dijo que esta tierra fue una vez cálida, y que esta criatura bebía de estos ríos y mares congelados y mares, tal como los grandes ríos y el océano que tu has visto". Y dije, "Ah Demski, esto es una insensatez. Alá confundirá a estos Francos, quienes escarban en el origen de cosas. Estas criaturas fueron abatidas por la la hechicería, como Gog y Magog fueron barridos por Iskander (nota de El Espejo: Iskander es nada menos que Alejandro Magno) en las montañas cerca de Mar Caspio. Gog y Magog siempre se cavan en la montaña para escaparse; pero no pueden, pues la hechicería es fuerte. Ellos no pueden decir Inshallah, que significa "Dios disponga". Pero un día habrá un muchacho entre ellos, llamado Inshallah; y uno de ellos le dirá, 'Inshallah, cavaré por la roca; ' e inmediatamente ellos cavarán por la roca, y se extenderán por mundo, y Deijal vendrá adelante para conducirlos. ¿Quién sabe?, pero tal vez estas criaturas fueron encerradas aquí por una hechicería similar."

Y Demski y Petrovna y Alexandrovich permitieron que hable con sabiduría, y me alabaron grandemente. En la cena me cedieron las mejores carnes y las peras más sabrosas, las cuales jamás había probado. El brandy me hizo cantar y bailar, como nadie que ha viajado a la Meca debería hacerlo. Cuando me eché sobre la piedra para dormir me sentí satisfecho de mis palabras sobre Gog, Magog e Iskander, pues es noble instruir al ignorante, ya que no es sabio quien calla su conocimiento. Dormí. Pero a mitad de la noche sentí una mano pesada sobre mi pecho y me desperté. Uno de los malignos me observaba, similar a un Djinn, pero con el rostro de un toro o búfalo, y una mano como la pata de un elefante, y su mano pisaba mi tóraz. Y dijo: "Oh, Hamet, levántate y sígueme." Y respondí: "Oh, Bucéfalo, ¿adónde?". Entonces dijo: "A las costas del mar congelado, al palacio de Eblis, al reino de las criaturas encantadas que has mencionado antes de la cena". Entonces dije: "Las palabras del poeta son conmigo: no hables del mal pues el mal te acompañará". Y él: "Alguien debe llevar esta sabiduría al palacio inmemorial."

El rostro de búfalo gruñó. Me levanté y fui con él. Salimos de la casa. Me llevó de la mano y corrimos raudamente. Y cuando advertí que dejaríamos a Demski y su familia y todas las personas de Berezow, pensé: "Ved, ahora, el significado de adorar los íconos de las cosas creadas." El rostro de búfalo resopló. Llegamos a las costas del Mar Congelado, pero su hielo no era parejo, ni el mar estaba completamente cubierto por él. Grandes moles blancas y azules flotaban a la deriva, quizá debido a la luna. El Djinn me habría cargado, pero era yo demasiado pesado. Y dijo: "Este hombre debe tener algo de sagrado, pues no puedo cargarlo". Y yo recordé con dicha que llevaba un amuleto que había tocado la santidad de la Meca." Repetí entonces estos versos:

-Mantén las cosas sabradas sobre ti, envuélvelas con sagrados encantos, y los malvados olvidarán el mal proferido.

El Djinn golpeó el hielo con una piedra. Una grieta apareció. Oí crujidos esparciéndose sobre el agua, y su sonido era más horrible que el del trueno. Entramos en la región sombría. Rostros de halcones y águilas nos acechaban. El Djinn dijo: "Oh, aves sedientas, Eblis me ha enviado para traer a este hombre, tan pesado para mí debido a un curioso encantamiento. Ayudadme a cargarlo". Me sujetaron con sus garras y volamos. Sentí la suavidad del aire alrededor, temiendo que quizá me dejaran caer en el abismo. Resolví tratarlos con cortesía, y le hablé a uno de los rostros de ave: "¿Dónde, oh amigo, queda el palacio de Eblis, el desolado reino abandonado por el Señor?" Y respondió: "El reino escondido sigue escondido, pues Eblis fue una vez el señor de la estrella de la mañana, con un brillo inigualable dado por Dios, permitiendo que su ojo, aún hoy, sea visto por los mortales. Pero un día, Eblis deseó que su luz fuese más intensa, y que su estrella fuese vista por los hombres aún con el sol en alto. Entonces Dios lo expulsó de la estrella, y lo arrojó al reino de las criaturas olvidadas." Y el Djinn y los Hombres Ave se lamentaron grandemente. Me lamenté por mi curiosidad. Volamos hacia abajo, donde se alza el palacio de Eblis en la tierra del hielo eterno. Los árboles no crecen en esa región, las plantas no hallan alimento en su suelo, el agua no corre limpia. Sólo hay rocas y columnas de hielo, pilares que enrojecerían a Salomón. Dentro de las columnas vi animales ciclópeos en perfecto estado de conservación: Elefantes más grandes que los de la tierra de Mogul, gacelas inmensas, cocodrilos más anchos que el Nilo. Todos estaban quietos en el hielo, petrificados. Sus facciones revelaban una muerte lenta y dolorosa.

Dije: "¿Cómo han llegado estas criaturas hasta aquí?" Respondieron: "En verdad esta tierra estuvo llena de vida, con ríos y árboles, grandes y pequeños. Pero cuando el Altísimo envió a Eblis su figura oscureció el sol, que brilló en otros páramos, haciendo que todos fueran congelados." Entonces pensé que esto era exactamente lo que el franco había narrado a Demski. Seguramente Dios lo condenaría por hablar como los Djinns. Si bien no había sol, había luz en esa tierra ignota, brillante como no volví a ver jamás. Advertí llamas en las rocas, en cada pilar, y algo similar a la niebla rodeando la luna cuando se acercan las lluvias. Llegamos al salón de Eblis.

Pálidas luces gélidas flotaban en ese espacio. Eblis estaba sentado en un trono de hielo, figura opalina de rostro luctuoso. Entendí entonces que la luz de esa tierra olvidada provenía de los rostros de sus habitantes.

Eblis dijo: "Qué presente tiene Hamet para su Señor?" Respondí. "Ninguno, mi sultán, pues fui arrastrado de la cama en medio de la noche, pero si me dejais regresar os traeré las mejores telas hechas por el hombre". La corte entera rió, hasta que sus articulaciones gélidas crujieron horriblemente. Eblis continuó: "Sin embargo, me has servido a menudo, incluso en la feria de Novogorod, cuando vendiste capas a dos rublos cuando no valían ni siquiera uno, incluso cuando bebiste brandy y comías peras nunca antes saboreadas." Y dije: "En verdad las capas no eran buenas, y las peras están prohibidas, pero soy un hombre humilde, y mi Sultán seguramente aceptará algún presente que le satisfaga". Y él respondió: "Lo haré". Giró hacia uno de sus sirvientes y dijo: "Traedme el talisman que ha tocado la sagrada Meca". Cuando escuché esto comencé a llorar. "Mejor dadme la muerte, oh, Gélidos, mi talismán jamás poseerán vuestras garras malditas". Y giré para correr. Los hombres del hielo me siguieron. Me apresaron con sus manos resbaladizas, torturándome con sus voces. Y las rocas y los pilares brillaron en pálidas llamaradas mientras me arrastraban, las criaturas congeladas aullaron de dolor y dicha. Sus risas quebraron la piedra. Tropecé, comencé a caer desde una cima inexpugnable. Arriba gritaban los condenados.

Me desperté sobre la piedra en la casa de Demski, pensando que tal vez debería viajar a la Meca, y que Mohammed es el profeta de Dios.

Al llegar la primavera hui de esa tierra, donde las criaturas abatidas por Dios aún anhelan sus bendiciones"

Fitz James O'Brien