
H.P Lovecraft
" Ven, cierra la puerta, siéntate junto al fuego de la chimenea, que la noche es fría, y seguro que estás cansado; acomódate y disfruta de una de tantas historias, que como cada noche vas a poder escuchar aquí..."
Pero el amigo, en vez de guardárselos, los vendió, y cuando el mercader regrasó y pidiendole lo que le había dejado, le dijo:
- Lo siento, pero no queda nada; yo los puse en un rincón de mi casa, pero vinieron los ratones y se lo comieron.
El mercader comprendió la verdad, mas sin dejar de traslucir que se había dado cuenta del engaño, contestó resignadamente:
- Muchas veces oí decir que lo que mejor comen los ratones es el hierro, así que no me extraña lo sucedido. Tú no has tenido la culpa, los ratones se lo han comido; ¡Qué le vamos a hacer!.
Y sin añadir otra palabra se fue a su posada, quedando el otro muy satisfecho de la facilidad con que le había engañado.
Al otro día llevóse el mercader y un hijo pequeño de su amigo y lo escondió en su casa. Y el amigo, buscando a su hijo, preguntole al mercader por él.
- Vi a un azor -respondió aquel- que se llevaba a un niño entre sus garras, y pienso que muy bien pudiera ser el hijo que buscas.
El amigo, al oir semejante disparate, echose a reir.
Y respondió el mercader:
No debe maravillarte que los azores cacen a los niños en una tierra donde comen hierro los ratones.
Comprendió el amigo la lección y dijo:
- Los ratones no comieron tu hierro, que yo lo comí.
-Pues yo me comí a tu hijo -contestó el mercader.
-Pues dame a mi hijo y yo te daré tu hierro.
- De acuerdo.
Y entrególe el hijo a su amigo, y éste le devolvió su hierro".
ALFONSO X. Calila y Digma.
Depuse de vivir este estilo de vida algunos meses, saliendo fuera de su funda al aire libre, se dio cuenta de que había adquirido el aspecto de una sierra oxidada y que sus superficie no podía reflejar ya el esplendor del sol. Arrepentida, lloró en vano su irreparable desgracia y se dijo: -¡ Cuanto mejor hubiera sido haberme gastado en manos del barbero que tuvo que privarse de mi exquisita habilidad para cortar! ¿Dónde está ya mi rostro reluciente? El óxido lo ha consumido".
"Lo mismo acontece a esas mentes, que en lugar de ejercitarse y superarse se dan a la pereza, lo mismo que la navaja de afeitar, pierden su agudeza y la herrumbre de la ignorancia les corroe".