El Recolector de Historias

El Recolector de Historias

domingo, 25 de octubre de 2009

"La Cólera de un Particular"

"El Rey de T’sin mandó decir al Príncipe de Ngan-ling:-A cambio de tu tierra quiero darte otra diez veces más grande. Te ruego que accedas a mi demanda.
El Príncipe contestó:
-El Rey me hace un gran honor y una oferta ventajosa. Pero he recibido mi tierra de mis antepasados príncipes y desearía conservarla hasta el fin. No puedo consentir en ese cambio.
El Rey se enojó mucho, y el Príncipe le mandó a T’ang Tsu de embajador. El Rey le dijo:
-El Príncipe no ha querido cambiar su tierra por otra diez veces más grande. Si tu amo conserva su pequeño feudo, cuando yo he destruido a grandes países, es porque hasta ahora lo he considerado un hombre venerable y no me he ocupado de él. Pero si ahora rechaza su propia conveniencia, realmente se burla de mí.
T'ang Tsu respondió:
-No es eso. El Príncipe quiere conservar la heredad de sus abuelos. Así le ofrecieras un territorio veinte veces, y no diez veces más grande, igualmente se negaría.
El Rey se enfureció y dijo a T’ang Tsu:
-¿Sabes lo que es la cólera de un rey?
-No -dijo T’ang Tsu.
-Son millones de cadáveres y la sangre que corre como un río en mil leguas a la redonda -dijo el Rey.
T’ang Tsu preguntó entonces:
-¿Sabe Vuestra Majestad lo que es la cólera de un simple particular?
Dijo el Rey:
-¿La cólera de un particular? Es perder las insignias de su dignidad y marchar descalzo golpeando el suelo con la cabeza.
-No -dijo T'ang Tsu- esa es la cólera de un hombre mediocre, no la de un hombre de valor. Cuando un hombre de valor se ve obligado a encolerizarse, como cadáveres aquí no hay más que dos, la sangre corre apenas a cinco pasos. Y, sin embargo, China entera se viste de luto. Hoy es ese día.
Y se levantó, desenvainando la espada.
El Rey se demudó, saludó humildemente y dijo:
-Maestro, vuelve a sentarte. ¿Para qué llegar a esto? He comprendido".

Anónimo Chino

sábado, 24 de octubre de 2009

"El Perro Aterrado y la Percepción Errónea"

"Se trataba de un perro callejero.
Le gustaba curiosear todos los rincones e ir de aquí para allá. Siempre había sido un vagabundo y disfrutaba mucho con su forma de vida. Pero en una ocasión penetró en un palacio cuyas paredes estaban recubiertas de espejos. El perro entró corriendo en una de sus acristaladas estancias y al instante vio que innumerables perros corrían hacia él en dirección opuesta a la suya. Aterrado, se volvió hacia la derecha para tratar de huir, pero entonces comprobó que también había gran número de perros en esa dirección. Se volvió hacia la izquierda y comenzó a ladrar despavorido. Decenas de perros, por la izquierda, le ladraban amenazantes. Sintió que estaba rodeado de furiosos perros y que no tenía escapatoria. Miró en todas las direcciones y en todas contempló perros enemigos que no dejaban de ladrarle. En ese momento el terror paralizó su corazón y murió víctima de la angustia".

Anónimo Hindú

viernes, 23 de octubre de 2009

"El Loro que pide Libertad"

"Ésta es la historia de un loro muy contradictorio. Desde hacía un buen número de años vivía enjaulado, y su propietario era un anciano al que el animal hacía compañía. Cierto día, el anciano invitó a un amigo a su casa a deleitar un sabroso té de Cachemira.Los dos hombres pasaron al salón donde, cerca de la ventana y en su jaula, estaba el loro. Se encontraban los dos hombres tomando el té, cuando el loro comenzó a gritar insistente y vehementemente:
-¡Libertad, libertad, libertad!
No cesaba de pedir libertad. Durante todo el tiempo en que estuvo el invitado en la casa, el animal no dejó de reclamar libertad. Hasta tal punto era desgarradora su solicitud, que el invitado se sintió muy apenado y ni siquiera pudo terminar de saborear su taza. Estaba saliendo por la puerta y el loro seguía gritando: “¡Libertad, libertad!”
Pasaron dos días. El invitado no podía dejar de pensar con compasión en el loro. Tanto le atribulaba el estado del animalillo que decidió que era necesario ponerlo en libertad. Tramó un plan. Sabía cuándo dejaba el anciano su casa para ir a efectuar la compra. Iba a aprovechar esa ausencia y a liberar al pobre loro.
Un día después, el invitado se apostó cerca de la casa del anciano y, en cuanto lo vio salir, corrió hacia su casa, abrió la puerta con una ganzúa y entró en el salón, donde el loro continuaba gritando: “¡Libertad, libertad!” Al invitado se le partía el corazón. ¿Quién no hubiera sentido piedad por el animalito? Presto, se acercó a la jaula y abrió la puertecilla de la misma. Entonces el loro, aterrado, se lanzó al lado opuesto de la jaula y se aferró con su pico y uñas a los barrotes de la jaula, negándose a abandonarla. El loro seguía gritando: “¡Libertad, libertad!”

Anónimo Hindú

jueves, 22 de octubre de 2009

"Loky y el Gigante"

"Durante la guerra entre los Aesir y los Vanir, Asgard había perdido sus murallas. Un día, vino un hombre a caballo y ofreció construir una muralla más fuerte que la anterior. Sin embargo, el precio por su trabajo era el sol, la luna, la diosa Freyra como esposa. Por consejo del artero dios Loki, los dioses acceden, pero solo con la condición de que la obra se realice en seis meses (algo que, naturalmente, consideraban imposible). Pese a esto, el hombre y su caballo, Svadilfari, trabajaron con tal rapidez que la obra fue acabada tres días antes del plazo. Los dioses estaban aterrados, por lo que Loki, que podía transformarse, adoptó forma de yegua y logró alejar a Svadilfari para que el hombre fuese incapaz de terminar a tiempo la muralla. El hombre se enojó entonces tanto que empezó a crecer y crecer y a mostrar que en realidad era un gigante de las rocas, una estirpe que odiaba a los dioses. Entonces Thor le da muerte con un golpe de martillo. Meses después, Loki regresó con un extraño potrillo, engendrado por Loki y Svadilfari. Se trataba de Sleipnir, el futuro caballero de ocho patas de Odín, que corría más que nada en el mundo y podía llevar a su jinete hasta Hel, la tierra de los muertos".

Leyendas de la Mitología Nórdica

miércoles, 21 de octubre de 2009

"El Brahmín Astuto"

"Era en el norte de la India, allí donde las montañas son tan elevadas que parece como si quisieran acariciar las nubes con sus picos. En un pueblecillo perdido en la inmensidad del Himalaya se reunieron un asceta, un peregrino y un brahmín. Comenzaron a comentar cuánto dedicaban a Dios cada uno de ellos de aquellas limosnas que recibían de los fieles. El asceta dijo:-Miren, yo lo que acostumbro a hacer es trazar un círculo en el suelo y lanzar las monedas al aire. Las que caen dentro del círculo me las quedo para mis necesidades y las que caen fuera del círculo se las ofrendo al Divino.
Entonces intervino el peregrino para explicar:
-Sí, también yo hago un círculo en el suelo y procedo de la misma manera, pero, por el contrario, me quedo para mis necesidades con las monedas que caen fuera del círculo y doy al Señor las que caen dentro del mismo.
Por último habló el brahmín para expresarse de la siguiente forma:
-También yo, queridos compañeros, dibujo un círculo en el suelo y lanzo las monedas al aire. Las que no caen son para Dios, y las que caen las guardo para mis necesidades".

Anónimo Hindú

martes, 20 de octubre de 2009

"El Atolladero"

"He aquí que un hombre entró en una pollería. Vio un pollo colgado y, dirigiéndose al pollero, le dijo:-Buen hombre, tengo esta noche en casa una cena para unos amigos y necesito un pollo. ¿Cuánto pesa éste?
El pollero repuso:
-Dos kilos, señor.
El cliente meció ligeramente la cabeza en un gesto dubitativo y dijo:
-Éste no me vale entonces. Sin duda, necesito uno más grande.
Era el único pollo que quedaba en la tienda. El resto de los pollos se habían vendido. El pollero, empero, no estaba dispuesto a dejar pasar la ocasión. Cogió el pollo y se retiró a la trastienda, mientras iba explicando al cliente:
-No se preocupe, señor, enseguida le traeré un pollo mayor.
Permaneció unos segundos en la trastienda. Acto seguido apareció con el mismo pollo entre las manos, y dijo:
-Éste es mayor, señor. Espero que sea de su agrado.
-¿Cuánto pesa éste? -preguntó el cliente.
-Tres kilos -contestó el pollero sin dudarlo un instante.
Y entonces el cliente dijo:
-Bueno, me quedo con los dos".

Anónimo Hindú

lunes, 19 de octubre de 2009

"El Asceta y la Prostituta"

"Era un pueblo en el que vivían, frente a frente, un asceta y una prostituta. El asceta llevaba una vida de penitencia y rigor, apenas comiendo y durmiendo en una mísera choza. La mujer era visitada muy frecuentemente por hombres. Un día el asceta increpó a la prostituta:
-¿Qué forma de vida es la tuya, mujer perversa? Estás corrompida y corrompes a los demás. Insultas a Dios con tu comportamiento.
La mujer se sintió muy triste. En verdad deseaba llevar otra forma de vida, pero era muy difícil dadas sus condiciones. Aunque no podía cambiar su modo de conseguir unas monedas, se apenaba y lamentaba de tener que recurrir a la prostitución, y cada vez que era tomada por un hombre, dirigía su mente hacia el Divino. Por su parte, el asceta comprobó con enorme desagrado que la mujer seguía siendo visitada por toda clase de individuos. Adoptó la medida de coleccionar un guijarro por cada individuo que entrara en la casucha de la prostituta. Al cabo de un tiempo, tenía un buen montón de guijarros. Llamó a la prostituta y la recriminó:
-Mujer, eres terrible. ¿Ves estos guijarros? Cada uno de ellos suma uno de tus abominables pecados.
La mujer sintió gran tribulación.
Deseó profundamente que Dios la apartase de ese modo de vida, y, unas semanas después, la muerte se la llevaba. Ese mismo día, por designios del inexorable destino, también murió el asceta, y he aquí que la mujer fue conducida a las regiones de la luz sublime y el asceta a las de las densas tinieblas. Al observar dónde lo llevaban, el asceta protestó enérgica y furiosamente por la injusticia que Dios cometía con él. Un mensajero del Divino le explicó:
-Te quejas de ser conducido a las regiones inferiores a pesar de haber gastado tu vida en austeridades y penitencias, y de que, en cambio, la mujer haya sido conducida a las regiones de la luz. Pero, ¿es que no comprendes que somos aquello que cosechamos? Echa un vistazo a la tierra. Allí yace tu cuerpo, rociado de perfume y cubierto de pétalos de rosa, honrado por todos, cortejado por músicos y plañideras, a punto para ser incinerado con todos los honores. En cambio, mira el cuerpo de la prostituta, abandonado a los buitres y chacales, ignorado por todos y por todos despreciado. Pero, sin embargo, ella cultivó pureza y elevados ideales para su corazón pensando en Dios constantemente, y tú, por el contrario, de tanto mirar el pecado, teñiste tu alma de impurezas. ¿Comprendes, pues, por qué cada uno de ustedes va a una región tan diferente?"

Anónimo Hindú