Una vez purgados los campesinos, los Cazadores de Brujas dedicaron toda su atención a la nobleza. Sus riquezas, lujo y decadencia fueron denunciados en la plaza mayor del pueblo, exaltando a la plebe, que se concentro ante las mansiones de los ricos, vociferando y amenazando a gritos a sus habitantes. Incluso el Conde se alarmó ante el cariz que estaban tomando las cosas, por lo que decidió que era el mejor momento para visitar Altdorf con todos sus allegados, para ponerse a salvo apartándose del camino de los Cazadores de Brujas. La extraña familia Zmada, que eran mercaderes procedentes de Ostland, también desapareció en medio de la noche, dejando su grande y ricamente decorada mansión de madera desierta en el centro del pueblo. Poco después, el líder de los Cazadores de Brujas, Lars Tonowe, irrumpió en la casa con la habitual turba de gente pisandole los talones. En cuanto vio el esplendor de la mansión y se convenció de que los Vampiros habían huido (pues no dudó ni por un momento que los fugitivos eran Vampiros), Lars decidió establecer su cuartel general en la mansión mientras duraran las purgas.
Esa noche, Lars cenó en la mansión con los otros dos Cazadores de Brujas. La sala tan solo estaba iluminada por unas vacilantes velas. Bebieron el magnifico vino de la bodega de los Zmada, y devoraron la comida de su despensa. No se entretuvieron ni por un instante en considerar que los Vampiros no necesitan comida normal para alimentarse. En vez de ello, la conversación giró en torno al valor estimado de los ornamentos y las pinturas del gran salón, y de como podían convertirse en fondos para la causa.
Las pinturas eran realmente muy buenas. Retratos de diversas generaciones de la familia Zmada colgaban en las paredes por encima de los Cazadores de Brujas, apenas iluminados por la luz de las velas. Las mujeres de la familia eran particularmente bellas, con sus pálidas caras y su largo cabello negro engalanado con joyas. Parecía que el vino no iba a acabarse nunca, y la jarra era necesario rellenarla de los barriles de la bodega después de cada ronda.
Al día siguiente la plebe entró otra vez en la mansión, esta vez irritada por que los Cazadores de Brujas no habían aparecido en todo el día. En su interior encontraron a Lars y sus compañeros desplomados sobre las sillas. Sus caras estaban caídas sobre la mesa y goteaba sangre de unas heridas que tenían en el cuello. La plebe retrocedió asustada. Entonces, alguien señalo los retratos de la familia Zmada. Por las paredes resbalaba pintura roja que caía desde los labios de las damas Zmada. Pero no era pintura, era sangre. La plebe huyó aterrorizada, gritando y haciendo la señal de Sigmar. Esa noche la mansión ardió hasta los cimientos".
Relato Warhammer