"La primera vez que lo vi hacer, yo solo era un crío. No tendría más de quince años y mi padre y hermana ya habían llegado junto al Señor de los Muertos hacia un tiempo. Como cada noche mis pasos rondaban el puerto. Observando desde el tejado de una casa cercana, los movimientos que se cocían en la noche.
En el centro del empedrado muelle, atestado de cajas y barriles polvorientos estaba él, un forastero vestido de colores oscuros. Cabellera larga negra de la que ya asomaban algunas vetas plateadas, barba de apenas tres días, capa al estilo Sembiano a un costado y la capucha echada sobre ésta. Pero lo que más me llamo la atención, fueron sus ojos, una mirada de ojos negros fríos como el hielo, inexpresivos y llenos de una seguridad inaudita que rayaba la prepotencia en su máximo esplendor, unos ojos que quizás por algún motivo que en ese momento desconocía, me hacían recordar a los míos propios.
Tenia las manos apoyadas sobre las empuñaduras de dos espadas largas gemelas en un gesto relajado y a su alrededor un grupo de ocho maleantes y asaltantes que se las creían muy seguros de si mismos, con espadas y dagas que estrechaban el circulo sobre su persona. No se en que estarían pensando, quizás su cabello empezando a ser grisáceo, o su piel cuarteada por la edad, les daba esa seguridad que podrían con él y despojar-le de sus pertenencias una vez estuviera muerto. Tirando luego su cadáver en las frías aguas de los muelles o dejarlo entre unas viejas cajas para que a la mañana siguiente lo encontraran. Como siempre la guardia no estaba mirando para el lado correcto, alguna bolsa había cambiado de mano esa noche en el momento apropiado.
Si hubieran habido apuestas esa noche, yo hubiera apostado por él, no hubiera dudado, pese que la situación no le fuera propicia. Pero todavía la iba a ser menos. Intercambio unas palabras con el grupo que yo no pude oír desde donde estaba y estos, por sus gestos, debieron echarse a reír a carcajada limpia. Lo subestimaron, no debieron hacerlo. El tipo con movimientos lentos, serenos y medidos, se desanudo un fajín negro que llevaba por encima del cinturón donde pendían ambas vainas. Echo una ultima mirada a los hombres que en círculo le rodeaban y con lo que a mi me pareció una leve sonrisa, la primera y la única que vería entonces. Doblo el trozo de tela por la mitad, anudo el fajín en la nuca, rodeando la cabeza y la frente, tapándose los oscuros ojos negros. Con la maestría que solo demuestran los que llevan luchando años con el estilo de espadas gemelas. Desenvaino los dos filos largos y los apunto al suelo con suma gracilidad felina.
Allí estaba él, con ocho contrincantes a los que batir y con los ojos vendados. Cualquiera que lo hubiera visto diría que estaba loco, en realidad lo parecía. Pero para mí, lo que me pareció en ese momento, fue un hombre seguro de sus posibilidades, quizás como sólo un loco podía estarlo de si mismo en la situación en la que se encontraba. Sin esperar un segundo más, se abalanzo hacia un lado, haciendo girar los filos en un baile que a mi me pareció frenético. Hizo virar las espadas, mientras el giraba, eso cogió desprevenidos a los dos primeros, que con los ojos bien abiertos y dejando caer sus armas en el suelo empedrado, se cogían con ambas manos las tripas, que se empeñaban en abandonar sus cuerpos por el bajo vientre. Dos menos.
Un par de agresores de acercaron por los lados, se incorporo y bajo los filos de nuevo apuntando al suelo. Ligeramente levanto la mano que sostenía el filo diestro, eso hizo pensar a ambos asaltantes que atacaría por ese lado, y echaron a andar hacia delante con apremio. Pero ambos estaban errados. Con un sutil movimiento de piernas, echo a correr hacia delante, levanto la siniestra alineándola con la diestra y dio una pirueta en el aire hacia atrás, cogió a los dos tipos a contra-pie y solo pudieron ver como dos filos caían sobre sus cuerpos desde el aire. El impacto fue demoledor. Otros dos fuera de combate.
Los cuatro restantes se miraron, asintieron y echaron a correr hacia él con las armas enarboladas. El tipo espero el momento adecuado y dio un par de pasos a la derecha, hizo un molinete con los filos y derribo al mas cercano de un puntapié en la pantorrilla, mientras caía, le rajo la espalda en un certero corte.
Los otros tres lo rodearon y atacaron a la vez. Una nube de humo lo inundo todo en un momento. Se oyeron el entrechocar de acero contra acero. Solo el sonido del combate, llegaba hasta mi. Parada, golpe, parada y choque. Y al disiparse el humo, sólo quedaban tres cadáveres más sobre el sucio suelo de los muelles. El hombre de las espadas largas no estaba, yo ensimismado como estaba en el combate no lo vi venir.
Al girarme para irme me quede de piedra. Estaba ahí, mirándome con esos ojos negros y oscuros y ese rostro inexpresivo. Pensé que seria el siguiente, que había visto demasiado, que pronto me reuniría con mi familia para siempre. Cerré ligeramente los ojos y espere el golpe de gracia. No recuerdo el tiempo que paso, pero para mi fue toda una eternidad. Al volver a abrirlos, no estaba junto a mí, pero sobre una caja cercana había dejado algo. Sobre la caja estaba el fajín de tela negra. No se porque lo hice, pero lo cogí y lo guarde.
Y aquí estoy a día de hoy, escribiendo estas lineas antes de adentrarme en esa cueva, con el fajín en mis manos apunto de cometer la misma locura que vi hacer una vez viendo como bailaban los aceros en la noche".
KingWolf-ESN (Tercio Viejo)