"Esto sucedió hace algunos años. Pasé por la feria de Nis-hin, Novogorod,
tierra de los moscovitas, gente incrédula que adoran los cuadros de las
cosas creadas. Tomé pieles y abrigos tibetanos, lanas de Cachemira, y
telas de Bokhara. Y nuestro Señor el Profeta, cuya tumba he visitado (y
cuyo nombre es bendito), favoreció la venta de mi mercancía, de modo que
pronto adquirí una faja llena de rublos, monedas de los moscovitas, y
conocí a uno de los infieles, cuyo nombre era Demski, con quien había
negociado algunas pieles de foca.
Antes de finalizar mis asuntos
en la feria me sentí agotado por el ruido y la muchedumbre, las
preocupaciones de la compra y venta; y también por los alimentos
malsanos de los moscovitas (¡Dios los ilustres!). Mis miembros
temblaron, se fatigaron. Cuando Demski vio que andaba con dificultad, y
delgado como la vara de un pastor, dijo: "En verdad, Hamet, el camino a
Khiva es largo, y el viaje en camello, según creo, es agotador. Si
quieres vender tu mercadería es mejor que me acompañes a Berezow, una
ciudad sobre el río Obb, en la provincia de Tobolsk. Aunque el invierno
sea largo y frío te daré las mejores pieles y el mejor sitio frente a la
estufa, donde podrás sudar todos los humores que aquejan tus músculos" Y
dije: "Oh, amigo, las palabras del Profeta encarnan en tu camaradería:"
"No hallé amor en mi hermano, sino en un extraño, cuyo afecto es más sincero que el del hijo de mi madre"
Pero
él respondió: "Esas son palabras ingenuas. Cuando llegué a Khiva,
preparaban kabobs para mi, y ahora, Hamet, lo harán para tí. En dos días
alistaremos los caballos y el trineo."
Al segundo día Demski
cargó el trineo y la mercadería, junto con las provisiones: carne
salada, brandy (¡Alá los proteja!), peras guisadas, tales son las
viandas moscovitas. Cubrimos la mercadería con capas, y sobre ellas nos
sentamos. Golpeó al caballo con un azote de tres puntas. Avanzamos
firmes como los caballos de los kurdos o como los camellos del Beduino.
Escucha,
el viaje fue largo; pero la novedad del camino me sostuvo, ya en mi
juventud disfrutaba de los sitios extraños y enterarme de la gente que
mora allí. Cuando llegamos a Berezow, encontramos a Petrovna, la esposa
de Demski, y Alexandrovitch, su pequeño hijo. Le di a ella un pañuelo de
colores brillantes, y a él un fez de paño rojo; de modo que se
alegraran de verme. Curiosos astros ví allí, un sol soñoliento, que no
sale durante meses. Cuando vi esto dije, "En verdad esta es una tierra
abandonada por Dios. Por eso sus habitantes adoran los cuadros de las
cosas creadas."
Moré casi siempre bajo techo, yendo de la estufa
al sauna, o casa de sudación, y de ésta a la estufa. En el sauna tomaron
mi ropa y me pusieron sobre piedras calientes, y vertieron agua sobre
las piedras. Golpearon mi cuerpo suavemente con ramitas de abedul, hasta
que la transpiración fluyera intensa y en verdad esto oportuno en una
tierra tan fría. Ya en la casa hablamos de los países que habíamos
visto, y de los maravillosos trabajos de Dios. Demski me enseñó el juego
de ajedrez, y yo le enseñé el Ahama, que había aprendido en un viaje a
la Meca, (que Alá la bendiga).
Una tarde noté que Alexandrovitch,
el hijo de Demski, imitaba con hueso las piezas de ajedrez, y las
colocaba como escenas, imágenes de cosas creadas. Vi que el hueso
pertenecía a un animal grande; ¡y dije, "Ah Demski, de dónde es aquel
hueso ya que no he visto aquí ningún animal de semejante porte, sólo
liebres y zorros de piel blanca, ya que en esta tierra maldita, Dios ha
retirado la luz de su semblante de los animales, y no hay colores." Y
Demski me explicó que el hueso fue encontrado en el hielo. Animales
enteros fueron encontrados allí, incluso con pelo y carne. ¡Elefantes!
Bestias que he visto en la tierra del Magnate, donde su gente adora
vacas. Y dije, "Ah Demski, ¿cómo llegaron estos animales al hielo, ya
que habitan países cálidos, y no podrían vivir en este lugar gélido?."
Y
él respondió, "Tu pregunta es la de un hombre sabio; y en verdad había
un hombre culto aquí, a quien el Zar (Dios lo conserve) envió hasta
nosotros, un hombre de la nación de Frank, que examinó estos huesos.
Dijo que esta tierra fue una vez cálida, y que esta criatura bebía de
estos ríos y mares congelados y mares, tal como los grandes ríos y el
océano que tu has visto". Y dije, "Ah Demski, esto es una insensatez.
Alá confundirá a estos Francos, quienes escarban en el origen de cosas.
Estas criaturas fueron abatidas por la la hechicería, como Gog y Magog
fueron barridos por Iskander (nota de El Espejo: Iskander es nada menos
que Alejandro Magno) en las montañas cerca de Mar Caspio. Gog y Magog
siempre se cavan en la montaña para escaparse; pero no pueden, pues la
hechicería es fuerte. Ellos no pueden decir Inshallah, que significa
"Dios disponga". Pero un día habrá un muchacho entre ellos, llamado
Inshallah; y uno de ellos le dirá, 'Inshallah, cavaré por la roca; ' e
inmediatamente ellos cavarán por la roca, y se extenderán por mundo, y
Deijal vendrá adelante para conducirlos. ¿Quién sabe?, pero tal vez
estas criaturas fueron encerradas aquí por una hechicería similar."
Y
Demski y Petrovna y Alexandrovich permitieron que hable con sabiduría, y
me alabaron grandemente. En la cena me cedieron las mejores carnes y
las peras más sabrosas, las cuales jamás había probado. El brandy me
hizo cantar y bailar, como nadie que ha viajado a la Meca debería
hacerlo. Cuando me eché sobre la piedra para dormir me sentí satisfecho
de mis palabras sobre Gog, Magog e Iskander, pues es noble instruir al
ignorante, ya que no es sabio quien calla su conocimiento. Dormí. Pero a
mitad de la noche sentí una mano pesada sobre mi pecho y me desperté.
Uno de los malignos me observaba, similar a un Djinn, pero con el rostro
de un toro o búfalo, y una mano como la pata de un elefante, y su mano
pisaba mi tóraz. Y dijo: "Oh, Hamet, levántate y sígueme." Y respondí:
"Oh, Bucéfalo, ¿adónde?". Entonces dijo: "A las costas del mar
congelado, al palacio de Eblis, al reino de las criaturas encantadas que
has mencionado antes de la cena". Entonces dije: "Las palabras del
poeta son conmigo: no hables del mal pues el mal te acompañará". Y él:
"Alguien debe llevar esta sabiduría al palacio inmemorial."
El
rostro de búfalo gruñó. Me levanté y fui con él. Salimos de la casa. Me
llevó de la mano y corrimos raudamente. Y cuando advertí que dejaríamos a
Demski y su familia y todas las personas de Berezow, pensé: "Ved,
ahora, el significado de adorar los íconos de las cosas creadas." El
rostro de búfalo resopló. Llegamos a las costas del Mar Congelado, pero
su hielo no era parejo, ni el mar estaba completamente cubierto por él.
Grandes moles blancas y azules flotaban a la deriva, quizá debido a la
luna. El Djinn me habría cargado, pero era yo demasiado pesado. Y dijo:
"Este hombre debe tener algo de sagrado, pues no puedo cargarlo". Y yo
recordé con dicha que llevaba un amuleto que había tocado la santidad de
la Meca." Repetí entonces estos versos:
-Mantén las cosas sabradas sobre ti, envuélvelas con sagrados encantos, y los malvados olvidarán el mal proferido.
El
Djinn golpeó el hielo con una piedra. Una grieta apareció. Oí crujidos
esparciéndose sobre el agua, y su sonido era más horrible que el del
trueno. Entramos en la región sombría. Rostros de halcones y águilas nos
acechaban. El Djinn dijo: "Oh, aves sedientas, Eblis me ha enviado para
traer a este hombre, tan pesado para mí debido a un curioso
encantamiento. Ayudadme a cargarlo". Me sujetaron con sus garras y
volamos. Sentí la suavidad del aire alrededor, temiendo que quizá me
dejaran caer en el abismo. Resolví tratarlos con cortesía, y le hablé a
uno de los rostros de ave: "¿Dónde, oh amigo, queda el palacio de Eblis,
el desolado reino abandonado por el Señor?" Y respondió: "El reino
escondido sigue escondido, pues Eblis fue una vez el señor de la
estrella de la mañana, con un brillo inigualable dado por Dios,
permitiendo que su ojo, aún hoy, sea visto por los mortales. Pero un
día, Eblis deseó que su luz fuese más intensa, y que su estrella fuese
vista por los hombres aún con el sol en alto. Entonces Dios lo expulsó
de la estrella, y lo arrojó al reino de las criaturas olvidadas." Y el
Djinn y los Hombres Ave se lamentaron grandemente. Me lamenté por mi
curiosidad. Volamos hacia abajo, donde se alza el palacio de Eblis en la
tierra del hielo eterno. Los árboles no crecen en esa región, las
plantas no hallan alimento en su suelo, el agua no corre limpia. Sólo
hay rocas y columnas de hielo, pilares que enrojecerían a Salomón.
Dentro de las columnas vi animales ciclópeos en perfecto estado de
conservación: Elefantes más grandes que los de la tierra de Mogul,
gacelas inmensas, cocodrilos más anchos que el Nilo. Todos estaban
quietos en el hielo, petrificados. Sus facciones revelaban una muerte
lenta y dolorosa.
Dije: "¿Cómo han llegado estas criaturas hasta
aquí?" Respondieron: "En verdad esta tierra estuvo llena de vida, con
ríos y árboles, grandes y pequeños. Pero cuando el Altísimo envió a
Eblis su figura oscureció el sol, que brilló en otros páramos, haciendo
que todos fueran congelados." Entonces pensé que esto era exactamente lo
que el franco había narrado a Demski. Seguramente Dios lo condenaría
por hablar como los Djinns. Si bien no había sol, había luz en esa
tierra ignota, brillante como no volví a ver jamás. Advertí llamas en
las rocas, en cada pilar, y algo similar a la niebla rodeando la luna
cuando se acercan las lluvias. Llegamos al salón de Eblis.
Pálidas
luces gélidas flotaban en ese espacio. Eblis estaba sentado en un trono
de hielo, figura opalina de rostro luctuoso. Entendí entonces que la
luz de esa tierra olvidada provenía de los rostros de sus habitantes.
Eblis
dijo: "Qué presente tiene Hamet para su Señor?" Respondí. "Ninguno, mi
sultán, pues fui arrastrado de la cama en medio de la noche, pero si me
dejais regresar os traeré las mejores telas hechas por el hombre". La
corte entera rió, hasta que sus articulaciones gélidas crujieron
horriblemente. Eblis continuó: "Sin embargo, me has servido a menudo,
incluso en la feria de Novogorod, cuando vendiste capas a dos rublos
cuando no valían ni siquiera uno, incluso cuando bebiste brandy y comías
peras nunca antes saboreadas." Y dije: "En verdad las capas no eran
buenas, y las peras están prohibidas, pero soy un hombre humilde, y mi
Sultán seguramente aceptará algún presente que le satisfaga". Y él
respondió: "Lo haré". Giró hacia uno de sus sirvientes y dijo: "Traedme
el talisman que ha tocado la sagrada Meca". Cuando escuché esto comencé a
llorar. "Mejor dadme la muerte, oh, Gélidos, mi talismán jamás poseerán
vuestras garras malditas". Y giré para correr. Los hombres del hielo me
siguieron. Me apresaron con sus manos resbaladizas, torturándome con
sus voces. Y las rocas y los pilares brillaron en pálidas llamaradas
mientras me arrastraban, las criaturas congeladas aullaron de dolor y
dicha. Sus risas quebraron la piedra. Tropecé, comencé a caer desde una
cima inexpugnable. Arriba gritaban los condenados.
Me desperté
sobre la piedra en la casa de Demski, pensando que tal vez debería
viajar a la Meca, y que Mohammed es el profeta de Dios.
Al llegar la primavera hui de esa tierra, donde las criaturas abatidas por Dios aún anhelan sus bendiciones"
Fitz James O'Brien