"El príncipe Radziville, en su Viaje a Jerusalén, cuenta un suceso muy singular del que fue testigo.
Había
comprado en Egipto dos momias, una de hombre y otra de mujer, y las
había encerrado secretamente en unas cajas que mandó poner en su navío
cuando embarcó en Alejandría para volver a Europa. Sólo lo sabían él y
dos criados, ya que los turcos ponen muchas dificultades antes de
permitir que alguien se lleve las momias, pues creen que los cristianos
las emplean para realizar operaciones mágicas. Cuando estaban en alta
mar, se levantó varias veces una tempestad con tanta violencia que el
piloto perdía las esperanzas de salvar su navío. Todo el mundo esperaba
un naufragio inminente e inevitable.
Un buen sacerdote polaco,
que acompañaba al príncipe Radziville, rezaba las oraciones convenientes
para tal ocasión; el príncipe y su corte respondían a ellas. Pero el
sacerdote era atormentado, según decía, por dos espectros (un hombre y
una mujer) negros y repugnantes, que le hostigaban y amenazaban con
matarle. Al principio se creyó que el terror y el peligro del naufragio
le habían turbado la imaginación. Cuando la calma volvió, pareció
tranquilizarse; pero la tempestad pronto volvió a arreciar. Entonces
esos fantasmas le acosaron más que antes, y sólo pudo liberarse cuando
las dos momias fueron arrojadas al mar, hecho que también provocó el
cese de la tormenta".
Charles Nodier