"Cuenta Philippe Melanchton que su tía, que había perdido a su marido y
estaba a punto de dar a luz, vio entrar una noche, mientras estaba
sentada junto al fuego, a dos personas en su casa; una tenía la forma de
su difunto marido; la otra, la de un franciscano de gran estatura. Al
principio se asustó al verlos; pero su marido la tranquilizó y le dijo
que tenía que comunicarle algo importante; después hizo señas al
franciscano para que entrara un momento en la habitación de al lado
mientras le daba a conocer sus deseos a su mujer.
Entonces le
rogó que mandara decir misas por él y le pidió que le diera la mano sin
temor. Como ella ponía reparos, él le aseguró que no sentiría ningún
dolor.
Puso entonces la mano en la de su marido, y la retiró, a
decir verdad sin dolor, pero tan quemada que se quedó negra para toda la
vida. Tras lo cual el marido llamó al franciscano y los dos espectros
desaparecieron..."
Charles Nodier