"Con la enorme guadaña a la espalda, sintiendo la lluvia empapar sus cabellos un ser que debió haber muerto hace muchos siglos avanzaba sigiloso en la noche. Caminó durante largos minutos en la total soledad, sin encontrarse a nadie por el camino. Otra alma errante se cruzó de camino a la fiesta, era un joven de unos diecisiete años, que vestía íntegramente de negro y llevaba todo tipo de accesorios satánicos. Era uno de los llamados "dark" que habían sido convocados aquella noche en un abandonado psiquiátrico de las afueras de un solitario pueblo por una secta que lideraba una chica que se hacía llamar "la esclava". El chico ahogó un grito al verle y apretó el paso cuando el ser le dedicó una maligna sonrisa. Esos darks le daban muchos problemas, odiaba a aquellos imbéciles que anhelaban convertirse en vampiros, beber sangre y salir de caza. Idiotas todos ellos creían que podrían soportar el peso de ser vampiro, que ellos serían diferentes, ciegos al horrible destino de las criaturas de la noche. El lo sabía bien, una vez fue uno de esos idiotas, hace ya varios siglos. Anhelaba con toda su alma entregarse a la oscuridad, convertirse en bebedor de sangre y conocer la inmortalidad. Pero cuando su deseo finalmente fue concedido y logró obtener el don de los vampiros todo se le escapó de las manos. Asesinó él mismo a su familia para borrar cualquier huella de su existencia mortal, renaciendo con un nombre que ahora ya no recuerda. Pronto fue cuando comprendió su error, tal vez demasiado tarde. Vio lo que significaba ser un vampiro y se juró a si mismo que dedicaría su inmortalidad a acabar como fuera con los vampiros. Durante siglos se alimentó de la sangre de los de su especie, llegando a ser más poderoso que cualquier otro. Tuvo muchos nombres, primero fue Darloer, luego el cazador de sombras y finalmente los mismos vampiros le bautizaron como el Exterminador. Siempre manteniéndose en las sombras a cazado a los vampiros y ellos le han intentado cazar. Pero el paso de los siglos sólo había dejado a un vencedor, convirtiendo al Exterminador en algo más que un simple vampiro. No podía soportar a los satánicos, le ponían enfermo. Siempre se había mantenido al margen para evitar no salir a la luz, pero esta vez se habían pasado, y mucho... Aquella que se hacía llamar "la esclava" era una vampiresa muy antigua, casi tanto como él. Más de una vez se habían enfrentado, pero ella siempre lograba escapar, era una criatura muy ágil y escurridiza. Al contrario que el Exterminador ella no tuvo problemas para adaptarse a los nuevos tiempos, liderando una secta de fanáticos del vampirismo a los que prometía entregar el don de la inmortalidad cuando llegara el momento. A la congregación de hoy llegaban darks convocados por internet de varios países. La noche prometía ser una orgía de sangre y sexo memorables, con la esclava como anfitriona. Normalmente el no habría intervenido de no ser porque la esclava pretendía crear un pequeño ejercito oscuro de vampiros esa noche, cosa que el Exterminador no estaba dispuesto a permitir. Tras un rato caminando en silencio divisó entre la lluvia el psiquiátrico abandonado, que languidecía en lo alto de una pequeña colina. Podían divisarse decenas de coches aparcados frente al lugar, aunque no se divisara luz alguna desde el exterior. El Exterminador se plantó con su metro noventa y ocho de altura frente a la vieja puerta de madera, custodiada por un par de gorilas humanos armados. Un grupo de seis darks que estaban a punto de entrar lo vieron petrificado como una estatua a pocos metros de la puerta y se quedaron atónitos mirándolo. Uno de ellos se armó de valor y pensando que estaba protegido por algún demonio se dirigió al Exterminador, que seguía impasible. Su larga melena negra y violeta era agitada por el viento y la lluvia impidiendo que el muchacho viera su rostro totalmente negro, pues el Exterminador se lo pintaba así como muestra de desprecio por el tono paliducho que había heredado de los de su especie. El chico pareció enmudecer ante aquella mole enfundada en un largo abrigo pero finalmente preguntó: ¿Eres un vampiro? el Exterminador clavó sus fulminantes ojos rojos sobre el chico, que retrocedió atemorizado. Lo fui, respondió con una voz que helaría el corazón más valiente. ¿Entonces que eres ahora? preguntó cada vez más asustado. El Exterminador sacó lentamente la guadaña, blandiéndola con sobrehumana habilidad. Para ti soy...la muerte. Antes de que el chico pudiera reaccionar el Exterminador descargó la brutal guadaña sobre él partiéndolo en dos como si fuera una rama. La sangre del chico empapó el húmedo suelo y sus valientes compañeros empezaron a gritar como locos mientras los dos tipos de seguridad descargaban sus inútiles armas de fuego sobre él sin hacerle el menor efecto. El Exterminador avanzó enseñando sus afilados colmillos. Ya es hora de que alguien les enseñe lo que es el poder del infierno, exclamó asesinando a los de seguridad. Dentro se estaba consumando la fiesta dark de sus vidas, todo estaba saliendo a pedir de boca. El psiquiátrico estaba muy sucio, con paredes manchada con la sangre de anteriores sacrificios y aspecto de estar en ruinas. La poca luz que provenía de las velas negras alumbraba escenas sádicas de sexo bajo cruces invertidas, mensajes satánicos escritos en cada rincón y estrellas de cinco puntas ardiendo a ritmo de Death metal. Pero de pronto la puerta de la entrada reventó en miles de astillas bajo el peso de la guadaña y muchos creyeron que la muerte había acudido al fin a su llamada. El Exterminador avanzó lentamente haciendo crujir el viejo suelo con sus grandes botas militares, mientras varios asistentes se quedaban hipnotizados mirándole, sin saber como reaccionar en el estrecho pasillo de entrada, ante la atenta mirada del Exterminador. Como un toro salvaje arremetió la mole contra los darks con la guadaña por delante desatando una carnicería en segundos que bañó las paredes con sangre satánica. A un pequeño grupo de cinco les sesgó a la altura de la rodilla cayendo sus cuerpos mutilados al suelo en brutal agonía. Pero eso no había sido ni un calentamiento para él, necesitaba más. Un hombre de unos treinta años estaba azotando a una joven en un pequeño cuarto cuando escuchó un ruido en el pasillo y se detuvo, la joven se giró extrañada. ¿Que ocurre? He oído algo, voy a asomar la cabeza, el hombre se asomó y una milésima de segundo después su cuerpo se desplomaba sin vida decapitado, ante los gritos de horror de la joven, que vio como un enorme carnicero manchado con el liquido vital de sus victimas no mostraba ningún sentimiento antes de aplastarle su frágil cabeza con sus botas contra el suelo. En otra habitación un joven practicaba necrofilia con un mugriento cadáver que haría vomitar a más de uno cuando entró el Exterminador y sin mediar palabra le agarró con una mano la cabeza por detrás y le chocó contra la de la muerta tantas veces que se le fracturó el cráneo. El Exterminador se ensañó con la cabeza molida del joven hasta que el encéfalo se desparramó en sus manos. La sangrienta mole siguió irrumpiendo una a una en las pequeñas habitaciones de esa parte del psiquiátrico, dejando tras de si un rastro de cadáveres. Algunos desesperados se le arrodillaron a sus pies implorando la muerte y allí mismo la encontraron. Hubo un gótico grande y fuerte que se interpuso en su camino, parecía querer luchar contra él. Le soltó una patada que el Exterminador paró en seco en al aire retorciéndole la pierna para que gritara de dolor. Cuando el gótico cojeaba asustado un rápido movimiento de guadaña le abrió una brecha en el estomago por la salieron calientes sus intestinos, mientras el gótico intentaba retenerlos dentro desesperado. A los pocos segundos su cuerpo calló al suelo sin vida, siendo pisoteado por su asesino al pasar. Movido por una insaciable sed de muerte el Exterminador entró en la gran sala de rituales, una sala donde habría reunidos a la luz de las velas al menos doscientos fanáticos encapuchados, que escuchaban Death Metal esperando a que la esclava hiciera su aparición en el pequeño altar que le habían preparado, pero en lugar de su amada líder vieron estupefactos como la misma encarnación de la muerte se situaba decidida en el altar, provocando que instantáneamente varios fanáticos se arrodillaran al reconocer en él un ser superior. Pero el colosal asesino que ante ellos se alzaba escuchó la música, la reconoció y dijo con la voz más diabólica que habían escuchado nunca. Idiotas, ponéis banda sonora a vuestro funeral, los fanáticos sacaron cuchillos rituales de sus ropajes y fueron en masa a atacarle, siendo segados como el agricultor siega el trigo. El Exterminador movía su guadaña a gran velocidad rebanando todo lo que se ponía por delante, llegando a matar a casi diez fanáticos de un solo golpe. Olas de sangre surgían cada vez que el monstruoso ser atacaba, desperdigando miembros sueltos por toda la sala, que pronto se convirtió en el escenario de una masacre indiscriminada, quedando el Exterminador en el medio, rodeado por los cuerpos mutilados de aquellos que ansiaban la muerte y la vida eternas a la vez. El Exterminador notó que el resto de participantes de la reunión se estaban marchando asustados pero no le importó, así advertirían al mundo lo que le pasa a los que juegan con poderes que no controlan. Su objetivo seguía en la casa, esperándole al fondo de una escalera que conducía a la planta superior. Los peldaños crujían resquebrajándose al sentir su peso, así como pequeños cachos del techo se venían abajo frente a su poderosa pisada. Se detuvo frente a una vieja puerta cerrada con varios candados, podía oír su jadeante respiración al otro lado suplicándole que entrara para acabar con su vida. La puerta no resistió un golpe con el canto de la mano y el Exterminador entró en una especie de trastero donde había guardados todo tipo de objetos religiosos acumulados hasta la saturación. Aquel sitio parecía el fruto de una mente perturbada, que había usado esa gran habitación como refugio de sus siniestras fantasías. Ni un atisbo de luz se filtraba por el techo, sin embargo el Exterminador vio perfectamente a la esclava entre dos grandes figuras de santos a tamaño real. Seguía conservando intacto su bello rostro arrogante de vampiresa, de piel más blanca que el mismo mármol. Sus negros cabellos azabaches le caían perpendiculares sobre los fuertes hombros, resaltando su ágil figura la pegada cazadora de cuero negra que llevaba, así como el resto del look "gótico" llevado al extremo. En su delicada mano derecha empuñaba una larga espada acabada en oro y plata que era digna de su poder. Veo que aun no has muerto Darloer, dijo clavando en el Exterminador sus brillantes ojos azules. Solo me permitiré el lujo de morir cuando todos los vampiros hallan caído bajo mi guadaña, el Exterminador sonrió, hacía décadas que no hablaba con alguien y durante un segundo deseó poder pasar algún tiempo con la esclava, pero al sentir la sangre resbalando por su cara recordó su misión. Aquí acaba tu historia cazador de sombras, la esclava se lanzó contra el Exterminador soltando mandobles como una loca, que este desviaba con la guadaña rápido como el pensamiento. La esclava logró hacerle un corte profundo y el Exterminador le devolvió el favor agarrando una de las estatuas de los santos y estrellándosela en la misma cabeza. El filo de la guadaña pasó a escasos centímetros de la fina piel de la esclava, que usó su agilidad para esquivar al Exterminador, camuflándose entre los objetos de aquel tétrico lugar. ¿Que ocurre Exterminador?¿soy demasiado rápida para ti? decía la esclava moviéndose como un rápido felino de un lado para otro sin parar. La esclava surgió de entre las sombras asestándole un fuerte tajo en el hombro que hizo manar la sangre del caza vampiros. El Exterminador se quedó muy quieto en el centro de la sala tras el ataque, mientras la esclava pudiera camuflarse y asaltarle por sorpresa su enemiga tendría ventaja. Cogiendo impulso subió raudo por la pared y aterrizó violentamente descargando toda la furia de su guadaña contra el viejo suelo de madera que cedió desplomándose arrastrando consigo al Exterminador y la esclava. Cayeron entre escombros sobre la sala de la carnicería, donde ahora un nauseabundo olor impregnaba toda la sala, mezcla de suciedad antigua y hedor a muerte. Levantándose, los viejos vampiros reemprendieron su lucha sin cuartel que se fue recrudeciendo con el paso de los minutos. La esclava le propinó un rápido corte en las rodillas que hizo tambalearse al Exterminador, tras lo cual la vampiresa intentó amputarle el brazo izquierdo de cuajo pero erró en su acometida y tan solo logró hacerle una sangrante herida. El Exterminador movió con letal precisión su guadaña clavándosela en el estomago a la esclava y estrellándola con todas su fuerzas contra la pared. Los dos se miraron jadeantes, ambos habían perdido mucha sangre y ya casi no podían aguantarse en pie. Con gran esfuerzo los dos seres sobrenaturales se acometieron en un último lance en el cual el Exterminador intentó partirla en dos con la guadaña, pero la esclava lo esquivó astuta y clavó hasta el fondo su poderosa espada en el abdomen del Exterminador, que retrocedió tambaleándose con la espada incrustada. La esclava vio satisfecha como el gran vampiro perdía las fuerzas por momentos, arrodillándose en un charco de su propia sangre. Pero cuando ya cantaba victoria vio sin dar crédito como el ensangrentado ser se levantaba apoyándose en su gran guadaña, resistiéndose a morir sin haber cumplido su promesa. El Exterminador dejó las armas en el suelo y se arrojó contra la esclava buscando su delicado cuello. Esta intentó resistirse como pudo, le arañó y golpeó sin descanso, pero el Exterminador poseía una fuerza extrema contra la que no podía competir. Hundiendo sus poderosos colmillos en la fría carne el inmortal asesino bebió hasta la última gota de sangre de la esclava, cuyo cuerpo se desplomó muerto en el suelo en cuanto el Exterminador la soltó. Guadaña en mano de nuevo se relamió excitada y emprendió una búsqueda de líquido inflamable por toda la casa escuchando de fondo la cañera música. Minutos después la lluvia le limpiaba el ensangrentado cuerpo mientras caminaba a paso rápido. Echó un último vistazo al ardiente psiquiátrico que se consumía envuelto en un mar de llamas y aquel ser desapareció como si la noche se lo hubiera tragado, volviendo a las sombras".
Anónimo