-¡Viejo esclavo -gritaron al unísono-, el otro día nos vapuleaste, hoy te vamos a matar!
El anciano recordó que, en efecto, días atrás había maltratado a sus nietos. Se fingió muerto y sus nietos lo abandonaron en la calle. Cuando llegó a su casa quiso castigar a los muchachos, pero éstos, con la frente inclinada hasta el suelo, le imploraron:
-Somos tus nietos, ¿cómo íbamos a cometer semejante barbaridad? Han debido ser los demonios. Te suplicamos que hagas una prueba.
El abuelo se dejó convencer por sus súplicas.
Unos días después, fingiendo estar borracho, fue a los alrededores del templo y de nuevo vio venir a sus nietos, que lo ayudaron a andar. Él los agarró fuertemente, los inmovilizó y se llevó a su casa a aquellos dos demonios en figura humana. Les aherrojó el pecho y la espalda y los encadenó al patio, pero desaparecieron durante la noche y él lamentó vivamente no haberlos matado.
Pasó un mes. El viejo volvió a fingir estar borracho y salió a la aventura, después de haber escondido su puñal en el pecho, sin que su familia lo supiera. Era ya muy avanzada la noche y aún no había vuelto a su casa. Sus nietos temieron que los demonios lo estuviesen atormentando y salieron a buscarlo.
Él los vio venir y apuñaló a uno y a otro".
Kan pao
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