H.P Lovecraft
" Ven, cierra la puerta, siéntate junto al fuego de la chimenea, que la noche es fría, y seguro que estás cansado; acomódate y disfruta de una de tantas historias, que como cada noche vas a poder escuchar aquí..."
El Recolector de Historias
lunes, 30 de noviembre de 2009
"El Templo"
"Yo, Karl Heinrich Graf von Altberg-Ehrenstein, capitán de corbeta de la Armada Imperial Alemana y al mando del submarino U-29, el día 20 de agosto de 1917, deposito esta botella y este informe en el océano Atlántico, en una situación que me es desconocida, pero que probablemente ronda los 20° de latitud norte y los 35° de longitud oeste, donde mi nave yace averiada en el fondo del océano. Llevo esto a cabo porque es mi deseo dar a la luz pública ciertos hechos insólitos; dado que seguramente no sobreviviré para entregar en persona estas noticias, ya que las circunstancias que concurren en torno a mí son tan amenazadoras como extraordinarias, e incluyen no sólo la avería fatal del U-29, sino incluso el flaquear de mi férrea voluntad germánica en una forma de lo más desastrosa.En la tarde del 18 de junio, tal y como comunicamos por radio al U-61, que se dirigía a Kiel, torpedeamos al carguero británico Victory, que se dirigía de Nueva York a Liverpool, en latitud 45° 1G norte y longitud 28° 34' oeste, permitiendo a la tripulación embarcar en sus botes para obtener una buena filmación con destino a los archivos del Almirantazgo. El barco se hundió de forma bastante teatral, a pique por la proa, con la popa alzándose sobre las aguas hasta que todo el casco enfiló perpendicularmente hacia el fondo del mar. Nuestra cámara no perdió detalle, y me pesa que una película tan buena no pueda llegar a Berlín. Después hundimos a cañonazos los botes salvavidas y nos sumergimos.Cuando emergimos, al ocaso, descubrimos el cuerpo de un marino en cubierta, aferrándose de una forma curiosa a la barandilla. El pobre hombre era joven, bastante moreno y muy agraciado; seguramente griego o italiano, y con certeza tripulante del Victory. Sin duda había buscado refugio en la misma nave que se había visto forzada a destruir la suya... una víctima más de la injusta guerra de agresión que los malditos perros ingleses llevan a cabo contra la patria. Nuestros hombres le registraron en busca de recuerdos y hallaron en su bolsillo una pieza de marfil sumamente extraña, tallada en forma de una cabeza juvenil coronada de laureles. El otro comandante, el teniente' Klenze, creía que aquello era muy antiguo y de gran valor artístico, por lo que se apropió de ella. Cómo había podido llegar a las manos de un vulgar marinero era algo que ninguno de los dos podía imaginar.Al arrojar al muerto por la borda tuvieron lugar dos incidentes que perturbaron grandemente a la tripulación. Los hombres le habían cerrado los ojos, pero, al desprenderlo de la barandilla, éstos se abrieron, y muchos sufrieron la extraña ilusión de que miraban fijamente y en son de burla a Schmidt y Zimmer, que se hallaban inclinados sobre el cadáver. El contramaestre Müller, un hombre de edad al que le habría ido mejor de no ser un supersticioso rufián alsaciano, se alteró tanto por la impresión que estuvo observando el cuerpo en el agua, y jura que, tras sumergirse algo, colocó los brazos en la posición del nadador y se impulsó bajo las aguas hacia el sur. Tanto a Klenze como a mí nos desagradaron tales muestras de ignorancia campesina, y reprendimos severamente a los hombres, sobre todo a Müller.Al día siguiente se creó un verdadero problema debido a la indisposición de varios miembros de la tripulación. Evidentemente, se veían aquejados por algún tipo de tensión nerviosa provocada por nuestro largo periplo, y habían sufrido malos sueños. Varios de ellos parecían aturdidos y obnubilados; y tras cerciorarme que ninguno de ellos fingía su debilidad, les relevé de sus funciones. El mar se hallaba bastante picado, así que bajamos a una profundidad donde las olas nos resultaran un problema menor. Allí permanecimos en una calma relativa, a pesar de la aparición de alguna corriente misteriosa de rumbo sur que no pudimos encontrar en nuestras cartas. Los gemidos de los enfermos resultaban positivamente fastidiosos, pero ya que no parecían desmoralizar al resto de la tripulación, nos abstuvimos de tomar medidas drásticas. Teníamos la intención de permanecer en aquella posición e interceptar al buque de línea Dacia, consignado en la información recibida de nuestros agentes de Nueva York.A primera hora de la tarde salimos a la superficie y descubrimos la mar menos gruesa. El humo de un buque de guerra flotaba en el horizonte norte, pero la distancia a la que nos hallábamos y nuestra capacidad de inmersión nos mantenían a salvo. Lo que más nos preocupaban eran las habladurías del contramaestre Müller, que se hacían más estrafalarias al caer la noche. Se hallaba en un estado infantil, aborrecible, y farfullaba acerca de fantasías sobre cuerpos muertos flotando al otro lado de las portillas; cuerpos que le miraban fijamente, y que él, a pesar de lo hinchados que estaban, había reconocido por haberlos visto morir durante alguna de nuestras victoriosas hazañas germánicas. Y decía que su jefe era el joven hallado y arrojado al mar. Era algo grosero y anómalo, así que pusimos grilletes a Müller y mandamos que le dieran unos buenos latigazos. Los hombres no se mostraron muy conformes con tal castigo, pero la disciplina es fundamental. Incluso rechazamos la petición de un comité encabezado por el marinero Zimmer, que pedía que la curiosa cabeza tallada en marfil fuera arrojada al mar.El 20 de junio, los marineros Bohm y Schmidt, que habían caído enfermos el día antes, se volvieron locos furiosos. Sentí que no hubiera ningún médico entre nuestros oficiales, ya que las vidas alemanas resultan preciosas, pero los constantes desvaríos de ambos acerca de una terrible maldición eran de lo más dañino para la disciplina, así que hubimos de tomar una decisión severa. La tripulación encajó este hecho de forma sombría, aunque eso pareció apaciguar a Müller, que de ahí en adelante no volvió a dar problemas. Le liberamos por la tarde y volvió en silencio a sus ocupaciones.La semana siguiente estuvimos todos muy nerviosos, esperando al Dacia. La tensión creció con la desaparición de Müller y Zimmer, que sin duda se suicidaron víctimas de los temores que parecían atormentarlos, aunque nadie los vio en el instante de saltar al mar. Yo me sentía relativamente contento de librarme de Müller, ya que aun su silencio había afectado negativamente a la tripulación. Todos parecían dados ahora al silencio, como albergando secretos temores. Muchos estaban enfermos, pero ninguno había enloquecido. El teniente Menze, crispado por la tensión, se alteraba ante cualquier minucia... como, por ejemplo, un banco de delfines que merodeaba en número cada vez mayor en torno a U-29, o la creciente intensidad de esa corriente sur que no aparecía en ninguna de nuestras cartas.A la postre se hizo evidente que se nos había escapado completamente el Dacia. Avatares así no son raros, y nos sentíamos más complacidos que defraudados, ya que ahora se nos ordenaba regresar a Wilhelmshaven. El mediodía del 28 de junio arrumbamos al noreste y, pese a algún enredo bastante cómico con la inaudita masa de delfines, nos pusimos en marcha.La explosión en la sala de máquinas a las dos de la tarde nos pilló completamente desprevenidos. No se había descubierto ningún defecto de las máquinas o negligencia de los hombres; pero aun así, sin previo aviso, la nave se vio sacudida de punta a punta por una explosión colosal. El teniente Klenze se abalanzó hacia la sala de máquinas, descubriendo que el depósito de combustible y la mayor parte de la maquinaria estaba destrozada, asimismo los maquinistas Raabe y Schneider habían resultado muertos en el acto. En un instante nuestra situación se había vuelto crítica, ya que aunque los regeneradores químicos estaban intactos, y aunque podíamos usar los aparatos para emerger y sumergirnos, y abrir las escotillas mientras tuviéramos aire comprimido y batería, nos veíamos incapacitados para propulsarnos o pilotar el submarino. Buscar la salvación en los botes salvavidas significaba ponernos a nosotros mismos en manos de enemigos irracionalmente resentidos contra nuestra gran nación alemana, y nuestra radio había estado fallándonos desde que, debido al asunto del Victoria, nos pusimos en contacto con otro U-boat de la Armada Imperial.Desde la hora del accidente hasta el 2 de julio derivamos constantemente hacia el sur, sin hacer ningún plan ni encontrar nave alguna. Los delfines todavía rodeaban el U-29, una circunstancia digna de reseñar, habida cuenta de la distancia recorrida. En la mañana del 2 de julio avistamos un buque de guerra que enarbolaba colores estadounidenses, y los hombres se agitaron deseosos de rendirse. Al final, el teniente Klenze hubo de usar su arma contra un marinero llamado Traube que incitaba a tal acto antigermánico con especial virulencia. Eso apaciguó de momento a la tripulación y nos sumergimos sin ser avistados.Durante la tarde siguiente, una gran bandada de aves marinas llegó desde el sur y el mar comenzó a tornarse amenazador. Cerrando escotillas, aguardamos acontecimientos hasta comprender que debíamos sumergirnos o perecer entre las olas montañosas. La electricidad y la presión de aire menguaba, e intentábamos evitar cualquier uso innecesario de nuestros escasos recursos mecánicos; pero en este caso no había opción. No bajamos demasiado, y cuando la mar se calmó horas más tarde, decidimos retornar a la superficie. Aquí, no obstante, surgió un nuevo contratiempo, ya que la nave no respondió a nuestra guía, a pesar de todos los esfuerzos realizados por los mecánicos. Según cundía el pánico entre los hombres atrapados en esa prisión submarina, algunos de ellos comenzaron a murmurar contra la imagen de marfil del teniente Klenze, pero la visión de una pistola automática les aplacó. Tuvimos ocupados a los pobres diablos tanto como pudimos, trasteando entre la maquinaria, aunque bien sabíamos que todo eso era inútil.Klenze y yo solíamos turnarnos para dormir, y durante mi periodo de sueño, sobre las cinco de la mañana M4 de julio, se desató abiertamente el motín. Los seis cerdos de marineros supervivientes, sospechando que estábamos perdidos, estallaron bruscamente en una furia maniaca, motivada por nuestro rechazo a rendirnos dos días antes al buque de guerra yanqui, y se sumieron en un delirio de improperios y destrucción. Rugían como los animales que eran, y rompían indiscriminadamente mobiliario e instrumental, vociferando sobre insensateces tales como la maldición de la imagen de marfil y el joven moreno muerto que nos miraba y se alejaba nadando. El teniente Klenze parecía paralizado e incapaz de respuesta, que es lo que cabría esperar de un renano blando y afeminado. Maté a los seis hombres, pues fue necesario, y me aseguré de que no sobreviviera ninguno.Arrojamos los cuerpos a través de las escotillas dobles y nos quedamos a solas en el U-29. Klenze parecía muy nervioso y bebía en demasía. Yo estaba dispuesto a seguir con vida tanto como fuera posible, empleando el generoso depósito de provisiones y el suministro químico de oxígeno, que no habían sufrido de las locas payasadas de aquellos malditos puercos de marineros. Nuestras agujas, barómetros y otros instrumentos de precisión estaban destruidos, por lo que de ahí en adelante cualquier cálculo sería meramente estimado, basado en nuestros cronómetros, almanaques y la deriva estimada a juzgar por algunos objetos que podíamos atisbar a través de las troneras o desde la torreta. Por fortuna teníamos estibadas baterías capaces aún de largo uso, tanto por alumbrado interior como para empleo del foco. A menudo barríamos con éste alrededor de la nave, pero tan sólo veíamos delfines nadando paralelos a nuestro propio rumbo de deriva. Yo me sentía interesado desde el punto de vista científico en aquellos delfines, ya que aunque el Delphínus delphis común es un cetáceo incapaz de sobrevivir sin aire, observé durante cerca de dos horas a uno de esos nadadores y no lo vi abandonar en ningún momento su inmersión.Con el tiempo, Klenze y yo llegamos a la conclusión de que seguíamos derivando hacia el sur, sumergiéndonos más y más. Reparando en la fauna y flora marinas, leímos mucho al respecto en los libros que yo me había llevado conmigo para los ratos de ocio. No pude evitar el observar, no obstante, la deficiente preparación científica de mi compañero. Su intelecto no era prusiano, sino dado a fantasías y especulaciones sin valor. La inminencia de nuestra muerte le afectaba de forma curiosa y con frecuencia hablaba arrepentido sobre los hombres, mujeres y niños que había enviado al fondo, olvidando que todo eso resulta noble para alguien que sirve al estado alemán. Al cabo comenzó a desvariar ostensiblemente, observando durante horas su imagen de marfil y tramando fantásticas historias acerca de cosas perdidas y olvidadas bajo el mar. A veces, a modo de experimento psicológico, azuzaba tales desvaríos para escuchar sus interminables citas poéticas y relatos acerca de barcos hundidos. Lo sentía de veras, ya que aborrezco ver sufrir a un alemán, pero no resultaba una buena compañía para morir. Por mi parte me sentía orgulloso, sabedor de que la patria honraría mi memoria y que mis hijos serían educados para ser hombres como yo.El 9 de agosto vislumbramos el suelo del océano y, con el foco, lanzamos sobre él un potente rayo. Se trataba de una vasta planicie ondulante, cubierta en su mayor parte de algas y salpicado por las conchas de pequeños moluscos. Aquí y allá había fangosos objetos de formas inquietantes, festoneados de algas e incrustados de percebes, que Klenze supuso antiguos buques hundidos. Algo lo alteró; un pico de sólida materia, sobresaliendo del lecho del océano entorno a un metro, con alrededor de medio metro de ancho, lados planos y suaves superficies superiores que. convergían en ángulo sumamente obtuso. Yo dije que aquel pico debía tratarse de un afloramiento rocoso, pero Klenze creía haber visto tallas en su superficie. Tras un momento comenzó a temblar y apartó la vista como si tuviese miedo, aunque sin dar otra explicación de que se sentía sobrecogido ante las dimensiones, oscuridad, lejanía, antigüedad y misterio de los abismos oceánicos. Su cerebro estaba fatigado, pero yo soy siempre un alemán y no tardé en advertir dos cosas; una que el U-29 aguantaba admirablemente la presión del mar, y otra que los peculiares delfines seguían en torno nuestro, incluso a una profundidad donde la mayoría de los naturalistas consideran imposible la vida para organismo superiores. Parecía evidente que yo había sobrestimado nuestra profundidad, pero aun así estábamos lo bastante abajo como para que aquel fenómeno resultara notable. Nuestra velocidad de deriva hacia el sur, según lo medía por el suelo del océano, era más o menos la estimada mediante los organismos con los que nos habíamos cruzado en niveles superiores. A las tres y cuarto de la tarde del 12 de agosto, el pobre Klenze enloqueció completamente. Había estado en la torreta usando el reflector, antes de precipitarse en la biblioteca, donde yo estaba leyendo, y su rostro lo traicionó instantáneamente.-¡Él nos llama! ¡Él nos llama! ¡Lo oigo! ¡Tenemos que acudir! -mientras hablaba cogió de la mesa la imagen de marfil, se la metió en el bolsillo y atenazó mi brazo en un intentó por arrastrarme escaleras arriba hasta la cubierta. En un momento comprendí que pretendía abrir la escotilla y lanzarse en mi compañía al exterior, una extravagancia suicida y asesina para la que yo no estaba preparado. Cuando retrocedí y traté de apaciguarlo se volvió aún más violento.-Vamos ahora... no esperemos mas; es mejor arrepentirse y lograr el perdón que desafiar y ser condenado.Entonces yo abandoné el intento de calmarlo y lo acusé de estar loco... loco de atar. Pero él se mantuvo inconmovible y gritaba:-¡Si estoy loco, estoy de suerte! ¡Qué los dioses se apiaden del hombre que en su contumacia permanezca cuerdo hasta el fin! ¡Ven y enloquece ahora que él aún nos llama benevolentemente!Aquel exabrupto pareció aliviar una presión en su mente, ya que al terminar se tornó más comedido, pidiéndome que le dejase ir solo en caso de no querer acompañarle. Mi obligación resultaba clara. Era un alemán, pero tan sólo un renano y un plebeyo, y ahora se había convertido en un loco potencialmente peligroso. Accediendo a su petición suicida me libraría en el acto de alguien que era más bien amenaza que compañía. Le pedí que me cediera la imagen de marfil antes de marcharse, pero tal petición despertó en él una hilaridad tan desaforada que no me atreví a insistir. Entonces le pregunté si deseaba dejar algún recuerdo o un mechón de cabello con destino a su familia en Alemania, por si se daba el caso de que yo fuera rescatado, pero de nuevo prorrumpió en esa extraña risa. Así que mientras él subía la escalerilla, yo acudí a las palancas y, guardando el pertinente intervalo, accioné la maquinaria que le envió a la muerte. Cerciorándome luego de que no se hallaba a bordo, dirigí el foco alrededor tratando de lograr un postrer vistazo, ya que deseaba comprobar si la presión del agua lo había aplastado, tal y como debiera teóricamente haber ocurrido, o si por el contrario el cuerpo no había sido afectado, tal y como sucedía con aquellos extraordinarios delfines. No logré, de todos modos, localizar a mi finado compañero, ya que los delfines se apelotonaban en gran número en torno a la torreta.Esa tarde lamenté no haber cogido subrepticiamente la imagen de marfil del bolsillo del pobre Klenze en el momento en que me dejó, ya que el recuerdo de aquélla me fascinaba. Aun cuando no soy de temperamento artístico, no podía olvidar la cabeza hermosa, juvenil, con su corona de hojas. Sentía bastante no tener con quien conversar. Klenze, aun no estando a mi altura intelectual, era mucho mejor que nada. Esa noche no dormí bien, y me preguntaba cuándo llegaría exactamente el fin. Desde luego, tenía muy pocas posibilidades de ser rescatado.Al día siguiente subí a la torreta y comencé la observación de costumbre con el foco. Hacia el norte el panorama era similar al de los cuatro días que habíamos tardado en alcanzar el fondo, pero noté que la deriva del U-29 resultaba menos rápida. Según paseaba el rayo por el sur, advertí que el suelo oceánico a proa tomaba un pronunciado declive y en algunos sitios aparecían bloques de piedra curiosamente regulares, dispuesto como respondiendo a alguna planificación. La nave no bajaba paralela al fondo oceánico, por lo que me vi obligado a ajustar el foco para lograr un haz lo más estrecho posible. Debido a la rapidez del cambio se desconectó un cable, lo que obligó a una pausa de varios minutos mientras lo reparaba; pero al fin la luz se proyectó, inundando el valle marino que tenía debajo.No soy dado a emociones de ninguna especie, pero mi asombro fue mayúsculo al contemplar lo que había desvelado el resplandor eléctrico. Y sin embargo, estando empapado de la mejor Kultur prusiana, no debí asombrarme, ya que la geología y la tradición nos hablan sobre tremendas conmociones en áreas oceánicas y continentales. Lo que yo vi resultaba una extensa y elaborada panorámica de edificios en ruinas, todos construidos en una arquitectura magnífica aunque inclasificable, y en diversos estadíos de conservación. La mayor parte parecía de mármol, resplandeciendo blanquecino bajo los rayos del proyector, y el plano general resultaba el de una gran ciudad al fondo de un valle angosto, con gran número de templos y villas diseminados por las escarpadas laderas. Los tejados estaban caídos y las columnas rotas, pero aún conservaban un aire de esplendor inmemorialmente antiguo que nada podía opacar.Enfrentado al fin con esa Atlántida que yo previamente consideraba un mito total, ahora era el más ávido de los exploradores. Alguna vez hubo un río en el fondo de ese valle, ya que mientras examinaba con más detenimiento el lugar, pude ver restos de puentes y diques de piedra y mármol, así como terrazas y terraplenes que una vez fueran verdes y gratos. En mi entusiasmo me volví casi tan tonto como el pobre Klenze y tardé un rato en advertir que la corriente de rumbo sur había por fin cesado, permitiendo al U-29 bajar lentamente sobre la ciudad submarina, tal y como un aeroplano desciende sobre una ciudad en las tierras emergidas. También tardé en percatarme de que el banco de insólitos delfines se había esfumado.En un par de horas la nave fue a descansar sobre una plaza pavimentada cerca de la pared rocosa del valle. A un lado podía ver toda la ciudad descendiendo desde la plaza a la antigua orilla del río; al otro lado, en una sobrecogedora proximidad, descubrí la fachada ricamente ornamentada y en perfecto estado de conservación de un gran edificio, sin duda un templo excavado en roca viva. Tan sólo puedo conjeturar sobre la factura originaria de esa titánica construcción. La fachada, de inmensas dimensiones, cubre aparentemente una gran oquedad, ya que sus ventanas son multitud y están dispuestas por todos lados. En el centro bosteza un gran pórtico, al que se accede mediante una imponente escalinata, y se halla circundado por exquisitas tallas, semejantes a escenas de bacanales en relieve. Ante ellos se encuentran grandes columnas y frisos, ambos decorados con esculturas de belleza inexplicable, obviamente representando idílicas escenas pastorales y procesiones de sacerdotes y sacerdotisas portando extraños objetos ceremoniales en honor de un dios radiante. El arte es de la más asombrosa perfección, con concepciones impregnadas de helenismo, aunque curiosamente particulares. Emana una sensación de antigüedad tremenda, como si se tratase del más remoto y no del más cercano antecesor del arte griego. No tengo ninguna duda de que cada detalle de este masivo edificio fue labrado en la roca viva de nuestro planeta en la ladera de la colina. Es evidentemente parte de la muralla del valle, aunque cómo pudo ser el inmenso interior alguna vez excavado no puedo ni imaginarlo. Quizás su núcleo estuviese formado por una caverna o por una serie de ellas. Ni la edad ni su estado sumergido han corroído la prístina belleza de este sobrecogedor templo, ya que de un templo debe tratarse, y hoy, tras miles de años, reposa con todo su lustre e inviolado y en la noche y el silencio sin fin del abismo oceánico.No puedo precisar el número de horas empleadas en la observación de la ciudad sumergida con sus edificios, arcos, estatuas y puentes, y el templo colosal repleto de belleza y misterio. Aunque sabía a la muerte próxima, me consumía la curiosidad, y paseaba alrededor el rayo del proyector en ansiosa búsqueda. El haz de luz me permitió llegar a conocer multitud de detalles, pero no pudo mostrarme nada más allá de la puerta tras la bostezante entrada al templo abierto en la roca, y al cabo del tiempo corté la corriente, sabedor de que necesitaba ahorrar energía. Los rayos resultaban ahora perceptiblemente más débiles de lo que fueran durante las semanas de deriva. Mi deseo de explorar los misterios acuáticos iba en aumento, como aguzado por la creciente atenuación de la luz. ¡Yo, un alemán, debía ser el primero en adentrarme en aquellos caminos olvidados por el tiempo!Extraje y revisé una escafandra de profundidad, realizada en metal articulado, y probé la luz portátil y el regenerador de aire. Aunque resultaría problemático manipular a solas las dobles escotillas, me creía capaz de sobrepasar cualquier obstáculo gracias a mi capacidad científica, y caminar realmente en persona por la ciudad muerta.El 16 de agosto efectué una salida del U-29 y me abrí paso dificultosamente a través de las calles llenas de ruinas y fango hacia el antiguo río. No descubrí esqueletos ni restos humanos, pero recogí un tesoro de saber arqueológico en forma de esculturas y monedas. De todo esto no puedo hablar ahora, excepto para proclamar mi temor ante una cultura que se hallaba en la cúspide de la gloria cuando los cavernícolas vagaban por Europa y el Nilo corría inexplorado hacia el mar. Otros, de la mano de este manuscrito, si finalmente llega a ser encontrado, podrán desvelar misterios que yo tan sólo alcanzo a vislumbrar. Volví a la nave cuando mis baterías eléctricas comenzaron a flaquear, resuelto a explorar el templo de piedra al día siguiente. El 17, cuando mi impulso de penetrar en el misterio del templo se hacía más y más acuciante, sufrí una enorme decepción, ya que descubrí que los materiales necesarios para recargar la luz portátil habían resultado destruidos durante el motín de aquellos puercos en julio. Mi indignación no conoció límites, aunque mi sensatez alemana me precavía contra aventurarme sin medios en un interior completamente a oscuras que podía resultar la madriguera de cualquier indecible monstruo marino o un laberinto de corredores de entre cuyos recovecos nunca lograría salir. Todo cuanto podía hacer era volver el vacilante foco del U-29 y a su luz subir los peldaños del templo y estudiar las tallas exteriores. El haz de luz entraba por la puerta en ángulo ascendente, y yo escudriñé esperando atisbar algo, pero todo fue en vano. Ni siquiera el techo era visible, y aunque subí un peldaño o dos hacia el interior tras probar con un bastón el suelo, no me atreví a continuar. Además, por primera vez en mi vida experimenté esa emoción llamada miedo. Comencé a comprender cómo se habían desatado algunos de los estados de ánimo del pobre Klenze, ya que mientras el templo parecía reclamarme más y más, empecé a temer sus acuosos abismos con creciente terror ciego. De vuelta al submarino, apagué las luces y me senté a meditar en la oscuridad. Debía preservar ahora la electricidad para las emergencias.El sábado 18 lo pasé en total oscuridad, atormentado por pensamientos y recuerdos que amenazaban con vencer mi germánica voluntad. Klenze se había vuelto loco y había muerto antes de alcanzar ese siniestro resto de un pasado inconcebiblemente remoto, y me había instado a marchar con él. ¿Había, en efecto, preservado el Destino mi razón sólo para arrastrarme irremisiblemente a un fin más temible e inconcebible de lo que cualquier hombre pudiera soñar? Claramente, mis nervios estaban sometidos a una gran tensión, y yo debía librarme de esas aprensiones propias de un hombre más débil.No pude dormir durante la noche del sábado y encendí las luces sin pensar en el porvenir. Resultaba deplorable que la electricidad no fuese a durar tanto como el aire y las provisiones. Retomé mis ideas de suicidio y revisé mi pistola automática. Hacía la mañana debí dormirme con las luces encendidas, ya que cuando desperté ayer en la oscuridad fue para encontrarme con las baterías agotadas. Encendí varias cerillas, una tras otra, y lamenté desesperado la imprevisión que me había llevado a malgastar las pocas velas que portábamos. Tras apagarse la última vela que me atreví a gastar, me senté en completa inmovilidad, sin luces. Mientras reflexionaba sobre el inevitable fin, mi cabeza volvía a los sucesos previos, y caí en algo hasta ahora inadvertido que hubiera hecho temblar a un hombre más débil y supersticioso. La cabeza del dios radiante de las esculturas del templo de piedra es la misma que la de la pieza tallada en marfil que tenía el marinero recogido del mar y que el pobre Klenze se llevó de vuelta consigo al mar.Me sentía un poco estremecido ante tal coincidencia, pero no aterrado. Tan sólo el pensador de inferior categoría se apresura a explicar lo singular y lo complicado mediante el primitivo atajo hacia lo sobrenatural. La coincidencia resultaba extraña, pero yo estaba demasiado hecho al raciocinio como para conectar circunstancias que no admitían un nexo lógico, o asociar de alguna extraordinaria manera los desastrosos sucesos que me habían llevado desde el asunto del Victoria a mi estado actual. Sintiéndome necesitado de sueño, tomé un sedante y me aseguré un poco más de sueño. Mi estado nervioso quedó de manifiesto en mis sueños, ya que creí escuchar gritos de gente ahogándose y ver rostros muertos apretujados contra las troneras de la nave. Y entre esos rostros muertos se encontraba el semblante vivo, burlón, del joven de la imagen de marfil.Debo cuidar las anotaciones que registran mi despertar de hoy, ya que estoy trastornado y debe haber gran cantidad de alucinación entremezclada con los hechos. Mi caso resulta de lo más interesante desde el punto de vista psicológico, y lamento no poder ser sometido a observación por parte de la autoridad alemana competente. Al abrir los ojos mi primera sensación fue la de un invencible deseo de visitar el templo de piedra, un ansia que crecía a cada instante, aunque automáticamente yo trataba de resistirme mediante las emociones de miedo que obraban en contra. Luego tuve la impresión de una luz en medio de aquella oscuridad causada por las baterías consumidas, y creí ver una especie de resplandor fosforescente en el agua a través del portillo que se abría hacia el templo. Eso despertó mi curiosidad, ya que yo no sabía de ningún organismo abisal capaz de emitir tal luminiscencia. Pero antes de poder investigar me llegó una tercera impresión que, a causa de su irracionalidad, me provoca serias dudas sobre la objetividad que cualquier cosa que puedan registrar mis sentidos. Era una ilusión aural, una sensación de sones rítmicos y melodiosos, como una especie de cántico 0 himno coral salvaje, aunque agradable. Convencido de mi aberración psicológica y nerviosa, encendí algunas cerillas y tomé una exorbitante cantidad de solución de bromuro sódico, que pareció calmarme hasta el punto de disipar la ilusión de sonido. Pero persistía la fosforescencia y tuve dificultades para contener el pueril impulso de acercarme a la portilla y buscar su fuente. Resultaba horriblemente real y pronto pude descubrir con su ayuda los objetos familiares que me rodeaban, así como el vaso vacío del bromuro sódico, del que no tenía ni previa impresión visual ni idea sobre su posición actual. Esta última circunstancia me hizo reflexionar y crucé la estancia para tocar el vaso. Se hallaba en efecto en el lugar donde me parecía verlo. Ahora ya sabía que la luz era lo bastante real o parte de una alucinación tan fija y persistente que no podía esperar que se esfumase, así que abandonando toda reticencia subí a la torreta para buscar la fuente luminosa. ¿Sería quizás otro U-boat, brindándome una posibilidad de rescate?Es comprensible que el lector no acepte nada de cuanto sigue como verdad objetiva, ya que los hechos suponen una transgresión de la ley natural, siendo necesariamente creaciones subjetivas e irreales de mi mente trastornada. Cuando llegué a la torreta, descubrí que el mar estaba en un estado muy apartado de la luminosidad que yo esperaba. No había fosforescencia animal o vegetal en las cercanías, y la ciudad, bajando hasta el río, resultaba invisible en la oscuridad. Lo que vi no era espectacular, ni grotesco o terrorífico, pero ahuyentó el último vestigio de confianza en mi propio raciocinio, ya que la puerta del templo submarino abierto en la colina rocosa se veía brillantemente alumbrada con un resplandor titilante, como el de una gran llama ceremonial encendida en sus profundidades.Los sucesos posteriores resultan caóticos. Mientras contemplaba las puertas y ventanas tan extraordinariamente iluminadas, comencé a sufrir las más extravagantes visiones... visiones tan extravagantes que no me atrevo ni aun a consignarlas. Creí discernir objetos en el templo -objetos tanto estáticos como en movimiento-, y me pareció escuchar de nuevo el irreal cántico que flotaba a mi alrededor al despertar. Y por encima de todo se alzaban pensamientos e imágenes centrados en el joven del mar y la imagen marfileña cuya talla se veía duplicada en los frisos y columnas del templo que tenía ante los ojos. Pensé en el pobre Klenze, y me pregunté si su cuerpo descansaría con la imagen que se llevó al mar. Él me había prevenido contra algo y yo no le había prestado atención... ya que era un palurdo renano que se volvía loco ante problemas que un prusiano era capaz de afrontar sin dificultad.El resto es muy sencillo. Mi impulso de ir y penetrar el templo se ha convertido ahora en una orden imperiosa e inexplicable que ya no puedo desobedecer. Mi propia voluntad germánica no basta ya para controlar mis actos, y la elección, en adelante, tan sólo será posible en asuntos menores. Tal locura es la que condujo a Menze a la muerte, acudiendo a cabeza descubierta y sin protección al océano; pero yo soy un prusiano y un hombre cabal, y utilizaré hasta el fin la poca voluntad que me resta. Al comprender que debía marcharme, preparé escafandra, casco y regenerador de aire para un uso inmediato, y al instante comencé a escribir esta crónica apresurada con la esperanza de que algún día pueda llegar al mundo. Guardaré el manuscrito en una botella y la confiaré al mar al abandonar para siempre el U-29.No tengo miedo de nada, ni siquiera de las profecías del enloquecido Klenze. Lo que he visto no puede ser real, y sé que este trastorno de mi propia voluntad tan sólo puede llevarme a la muerte por asfixia una vez se me agote el aire. La luz del templo es una completa ilusión y moriré sosegadamente, como un alemán, en las oscuras y olvidadas profundidades. Esa risa demoníaca que escucho mientras escribo procede únicamente de mi propio cerebro debilitado. Así que me colocaré meticulosamente la escafandra y ascenderé resuelto los peldaños que conducen a ese santuario primigenio, ese silencioso enigma de la aguas insondadas y los años olvidados".
domingo, 29 de noviembre de 2009
"Los Ojos Culpables"
"Cuentan que un hombre compró a una muchacha por cuatro mil denarios. Un día la miró y echó a llorar. La muchacha le preguntó por qué lloraba; él respondió: -Tienes tan bellos ojos que me olvido de adorar a Dios.
Cuando quedó sola, la muchacha se arrancó los ojos. Al verla en ese estado el hombre se afligió y le dijo:
-¿Por qué te has maltratado así? Has disminuido tu valor.
Ella le respondió:
-No quiero que haya nada en mí que te aparte de adorar a Dios.
A la noche, el hombre oyó en sueños una voz que le decía:
-La muchacha disminuyó su valor para ti, pero lo aumentó para nosotros y te la hemos tomado.
Al despertar, encontró cuatro mil denarios bajo la almohada. La muchacha estaba muerta".
Cuando quedó sola, la muchacha se arrancó los ojos. Al verla en ese estado el hombre se afligió y le dijo:
-¿Por qué te has maltratado así? Has disminuido tu valor.
Ella le respondió:
-No quiero que haya nada en mí que te aparte de adorar a Dios.
A la noche, el hombre oyó en sueños una voz que le decía:
-La muchacha disminuyó su valor para ti, pero lo aumentó para nosotros y te la hemos tomado.
Al despertar, encontró cuatro mil denarios bajo la almohada. La muchacha estaba muerta".
Ah'med Ech Chiruani
sábado, 28 de noviembre de 2009
"La Persecución del Maestro"
"Entonces el discípulo atravesó el país en busca del maestro predestinado. Sabía su nombre: Tilopa; sabía que era imprescindible. Lo perseguía de ciudad en ciudad, siempre con atraso.
Una noche, famélico, llama a la puerta de una casa y pide comida. Sale un borracho y con voz estrepitosa le ofrece vino. El discípulo rehúsa, indignado. La casa entera desaparece; el discípulo queda solo en mitad del campo; la voz del borracho le grita: Yo era Tilopa.
Otra vez un aldeano le pide ayuda para cuerear un caballo muerto; asqueado, el discípulo se aleja sin contestar; una burlona voz le grita: Yo era Tilopa.
En un desfiladero un hombre arrastra del pelo a una mujer. El discípulo ataca al forajido y logra que suelte a su víctima. Bruscamente se encuentra solo y la voz le repite: Yo era Tilopa.
Llega, una tarde, a un cementerio; ve a un hombre agazapado junto a una hoguera de ennegrecidos restos humanos; comprende, se prosterna, toma los pies del maestro y los pone sobre su cabeza. Esta vez Tilopa no desaparece".
Una noche, famélico, llama a la puerta de una casa y pide comida. Sale un borracho y con voz estrepitosa le ofrece vino. El discípulo rehúsa, indignado. La casa entera desaparece; el discípulo queda solo en mitad del campo; la voz del borracho le grita: Yo era Tilopa.
Otra vez un aldeano le pide ayuda para cuerear un caballo muerto; asqueado, el discípulo se aleja sin contestar; una burlona voz le grita: Yo era Tilopa.
En un desfiladero un hombre arrastra del pelo a una mujer. El discípulo ataca al forajido y logra que suelte a su víctima. Bruscamente se encuentra solo y la voz le repite: Yo era Tilopa.
Llega, una tarde, a un cementerio; ve a un hombre agazapado junto a una hoguera de ennegrecidos restos humanos; comprende, se prosterna, toma los pies del maestro y los pone sobre su cabeza. Esta vez Tilopa no desaparece".
Alexandra David-Néel
viernes, 27 de noviembre de 2009
"La Sentencia"
"Aquella noche, en la hora de la rata, el emperador soñó que había salido de su palacio y que en la oscuridad caminaba por el jardín, bajo los árboles en flor. Algo se arrodilló a sus pies y le pidió amparo. El emperador accedió; el suplicante dijo que era un dragón y que los astros le habían revelado que al día siguiente, antes de la caída de la noche, Wei Cheng, ministro del emperador, le cortaría la cabeza. En el sueño, el emperador juró protegerlo.Al despertarse, el emperador preguntó por Wei Cheng. Le dijeron que no estaba en el palacio; el emperador lo mandó buscar y lo tuvo atareado el día entero, para que no matara al dragón, y hacia el atardecer le propuso que jugaran al ajedrez. La partida era larga, el ministro estaba cansado y se quedó dormido.
Un estruendo conmovió la tierra. Poco después irrumpieron dos capitanes, que traían una inmensa cabeza de dragón empapada en sangre. La arrojaron a los pies del emperador y gritaron:
-¡Cayó del cielo!
Wei Cheng, que había despertado, la miró con perplejidad y observó:
-Qué raro, yo soñé que mataba a un dragón así".
Un estruendo conmovió la tierra. Poco después irrumpieron dos capitanes, que traían una inmensa cabeza de dragón empapada en sangre. La arrojaron a los pies del emperador y gritaron:
-¡Cayó del cielo!
Wei Cheng, que había despertado, la miró con perplejidad y observó:
-Qué raro, yo soñé que mataba a un dragón así".
Wu Ch'eng-en
jueves, 26 de noviembre de 2009
"Un Teólogo en la Muerte"
"Los ángeles me comunicaron que cuando falleció Melanchton le fue suministrada en el otro mundo una casa ilusoriamente igual a la que había tenido en la tierra. (A casi todos los recién venidos a la eternidad les ocurre lo mismo y por eso creen que no han muerto.) Los objetos domésticos eran iguales: la mesa, el escritorio con sus cajones, la biblioteca. En cuanto Melanchton se despertó en ese domicilio, reanudó sus tareas literarias como si no fuera un cadáver y escribió durante unos días sobre la justificación por la fe. Como era su costumbre, no dijo una palabra sobre la caridad. Los ángeles notaron esa omisión y mandaron personas a interrogarlo. Melanchton les dijo:
-He demostrado irrefutablemente que el alma puede prescindir de la caridad y que para ingresar en el cielo basta la fe.
Esas cosas las decía con soberbia y no sabía que ya estaba muerto y que su lugar no era el cielo. Cuando los ángeles oyeron este discurso, lo abandonaron. A las pocas semanas, los muebles empezaron a afantasmarse hasta ser invisibles, salvo el sillón, la mesa, las hojas de papel y el tintero. Además, las paredes del aposento se mancharon de cal, y el piso, de un barniz amarillo. Su misma ropa ya era mucho más ordinaria. Seguía, sin embargo, escribiendo, pero como persistía en la negación de la caridad, lo trasladaron a un taller subterráneo, donde había otros teólogos como él. Ahí estuvo unos días y empezó a dudar de su tesis y le permitieron volver. Su ropa era de cuero sin curtir, pero trató de imaginarse que lo anterior había sido una mera alucinación y prosiguió elevando la fe y denigrando la caridad. Un atardecer, sintió frío. Entonces recorrió la casa y comprobó que los demás aposentos ya no correspondían a los de su habitación en la tierra. Alguno contenía instrumentos desconocidos; otro se había achicado tanto que era imposible entrar; otro no había cambiado, pero sus ventanas y puertas daban a grandes médanos. La pieza del fondo estaba llena de personas que lo adoraban y que le repetían que ningún teólogo era tan sapiente como él. Esa adoración le agradó, pero como alguna de esas personas no tenía cara y otras parecían muertas, acabó por aborrecerlas y desconfiar. Entonces determinó escribir un elogio de la caridad, pero las páginas escritas hoy aparecían mañana borradas. Eso le aconteció porque las componía sin convicción.
Recibía muchas visitas de gente recién muerta, pero sentía vergüenza de mostrarse en un alojamiento tan sórdido. Para hacerles creer que estaba en el cielo, se arregló con un brujo de los de la pieza del fondo, y éste los engañaba con simulacros de esplendor y de serenidad. Apenas las visitas se retiraban reaparecían la pobreza y la cal, y a veces un poco antes.
Las últimas noticias de Melanchton dicen que el brujo y uno de los hombres sin cara lo llevaron hacia los médanos y que ahora es como un sirviente de los demonios".
-He demostrado irrefutablemente que el alma puede prescindir de la caridad y que para ingresar en el cielo basta la fe.
Esas cosas las decía con soberbia y no sabía que ya estaba muerto y que su lugar no era el cielo. Cuando los ángeles oyeron este discurso, lo abandonaron. A las pocas semanas, los muebles empezaron a afantasmarse hasta ser invisibles, salvo el sillón, la mesa, las hojas de papel y el tintero. Además, las paredes del aposento se mancharon de cal, y el piso, de un barniz amarillo. Su misma ropa ya era mucho más ordinaria. Seguía, sin embargo, escribiendo, pero como persistía en la negación de la caridad, lo trasladaron a un taller subterráneo, donde había otros teólogos como él. Ahí estuvo unos días y empezó a dudar de su tesis y le permitieron volver. Su ropa era de cuero sin curtir, pero trató de imaginarse que lo anterior había sido una mera alucinación y prosiguió elevando la fe y denigrando la caridad. Un atardecer, sintió frío. Entonces recorrió la casa y comprobó que los demás aposentos ya no correspondían a los de su habitación en la tierra. Alguno contenía instrumentos desconocidos; otro se había achicado tanto que era imposible entrar; otro no había cambiado, pero sus ventanas y puertas daban a grandes médanos. La pieza del fondo estaba llena de personas que lo adoraban y que le repetían que ningún teólogo era tan sapiente como él. Esa adoración le agradó, pero como alguna de esas personas no tenía cara y otras parecían muertas, acabó por aborrecerlas y desconfiar. Entonces determinó escribir un elogio de la caridad, pero las páginas escritas hoy aparecían mañana borradas. Eso le aconteció porque las componía sin convicción.
Recibía muchas visitas de gente recién muerta, pero sentía vergüenza de mostrarse en un alojamiento tan sórdido. Para hacerles creer que estaba en el cielo, se arregló con un brujo de los de la pieza del fondo, y éste los engañaba con simulacros de esplendor y de serenidad. Apenas las visitas se retiraban reaparecían la pobreza y la cal, y a veces un poco antes.
Las últimas noticias de Melanchton dicen que el brujo y uno de los hombres sin cara lo llevaron hacia los médanos y que ahora es como un sirviente de los demonios".
Manuel Swendenborg
miércoles, 25 de noviembre de 2009
"Historia de Zorros"
"Wang vio dos zorros parados en las patas traseras y apoyados contra un árbol. Uno de ellos tenía una hoja de papel en la mano y se reían como compartiendo una broma.
Trató de espantarlos, pero se mantuvieron firmes y él disparó contra el del papel; lo hirió en el ojo y se llevó el papel. En la posada, refirió su aventura a los otros huéspedes. Mientras estaba hablando, entró un señor que tenía un ojo lastimado. Escuchó con interés el cuento de Wang y pidió que le mostraran el papel. Wang ya iba a mostrárselo, cuando el posadero notó que el recién venido tenía cola.
-¡Es un zorro! -exclamó, y en el acto el señor se convirtió en un zorro y huyó.
Los zorros intentaron repetidas veces recuperar el papel, que estaba cubierto de caracteres ininteligibles; pero fracasaron. Wang resolvió volver a su casa. En el camino se encontró con toda su familia, que se dirigía a la capital. Declararon que él les había ordenado ese viaje, y su madre le mostró la carta en que le pedía que vendiera todas las propiedades y se juntara con él en la capital. Wang examinó la carta y vio que era una hoja en blanco. Aunque ya no tenían techo que los cobijara, Wang ordenó:
-Regresemos.
Un día apareció un hermano menor que todos habían tenido por muerto. Preguntó por las desgracias de la familia y Wang le refirió toda la historia.
-Ah -dijo el hermano, cuando Wang llegó a su aventura con los zorros- ahí está la raíz de todo el mal.
Wang mostró el documento. Arrancándoselo, su hermano lo guardó con apuro.
-Al fin he recobrado lo que buscaba -exclamó y, convirtiéndose en zorro, se fue".
Trató de espantarlos, pero se mantuvieron firmes y él disparó contra el del papel; lo hirió en el ojo y se llevó el papel. En la posada, refirió su aventura a los otros huéspedes. Mientras estaba hablando, entró un señor que tenía un ojo lastimado. Escuchó con interés el cuento de Wang y pidió que le mostraran el papel. Wang ya iba a mostrárselo, cuando el posadero notó que el recién venido tenía cola.
-¡Es un zorro! -exclamó, y en el acto el señor se convirtió en un zorro y huyó.
Los zorros intentaron repetidas veces recuperar el papel, que estaba cubierto de caracteres ininteligibles; pero fracasaron. Wang resolvió volver a su casa. En el camino se encontró con toda su familia, que se dirigía a la capital. Declararon que él les había ordenado ese viaje, y su madre le mostró la carta en que le pedía que vendiera todas las propiedades y se juntara con él en la capital. Wang examinó la carta y vio que era una hoja en blanco. Aunque ya no tenían techo que los cobijara, Wang ordenó:
-Regresemos.
Un día apareció un hermano menor que todos habían tenido por muerto. Preguntó por las desgracias de la familia y Wang le refirió toda la historia.
-Ah -dijo el hermano, cuando Wang llegó a su aventura con los zorros- ahí está la raíz de todo el mal.
Wang mostró el documento. Arrancándoselo, su hermano lo guardó con apuro.
-Al fin he recobrado lo que buscaba -exclamó y, convirtiéndose en zorro, se fue".
Niu Chiao
martes, 24 de noviembre de 2009
"Final Para un Cuento Fantástico"
"-¡Que extraño! -dijo la muchacha avanzando cautelosamente-. ¡Qué puerta más pesada!La tocó, al hablar, y se cerró de pronto, con un golpe.
-¡Dios mío! -dijo el hombre-. Me parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Cómo, nos han encerrado a los dos!
-A los dos no. A uno solo -dijo la muchacha.
Pasó a través de la puerta y desapareció".
-¡Dios mío! -dijo el hombre-. Me parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Cómo, nos han encerrado a los dos!
-A los dos no. A uno solo -dijo la muchacha.
Pasó a través de la puerta y desapareció".
I.A.Ireland
lunes, 23 de noviembre de 2009
"La Sombra de las Jugadas"
"En uno de los cuentos que integran la serie de lo Mabinogion, dos reyes enemigos juegan al ajedrez, mientras en un valle cercano sus ejércitos luchan y se destrozan. Llegan mensajeros con noticias de la batalla; los reyes no parecen oírlos e, inclinados sobre el tablero de plata, mueven las piezas de oro. Gradualmente se aclara que las vicisitudes del combate siguen las vicisitudes del juego. Hacia el atardecer, uno de los reyes derriba el tablero, porque le han dado jaque mate y poco después un jinete ensangrentado le anuncia: Tu ejército huye, has perdido el reino".
Edwin Morgan
domingo, 22 de noviembre de 2009
"Historia de Ts'in Kiu-Po"
"Ts'in Kiu-Po, natural de Lang-Ya, tenía sesenta años. Una noche, al volver de la taberna, pasaba delante del templo de P'on-chan, cuando vio a sus dos nietos salir a su encuentro. Lo ayudaron a andar durante un centenar de pasos, luego lo asieron del cuello y lo derribaron.
-¡Viejo esclavo -gritaron al unísono-, el otro día nos vapuleaste, hoy te vamos a matar!
El anciano recordó que, en efecto, días atrás había maltratado a sus nietos. Se fingió muerto y sus nietos lo abandonaron en la calle. Cuando llegó a su casa quiso castigar a los muchachos, pero éstos, con la frente inclinada hasta el suelo, le imploraron:
-Somos tus nietos, ¿cómo íbamos a cometer semejante barbaridad? Han debido ser los demonios. Te suplicamos que hagas una prueba.
El abuelo se dejó convencer por sus súplicas.
Unos días después, fingiendo estar borracho, fue a los alrededores del templo y de nuevo vio venir a sus nietos, que lo ayudaron a andar. Él los agarró fuertemente, los inmovilizó y se llevó a su casa a aquellos dos demonios en figura humana. Les aherrojó el pecho y la espalda y los encadenó al patio, pero desaparecieron durante la noche y él lamentó vivamente no haberlos matado.
Pasó un mes. El viejo volvió a fingir estar borracho y salió a la aventura, después de haber escondido su puñal en el pecho, sin que su familia lo supiera. Era ya muy avanzada la noche y aún no había vuelto a su casa. Sus nietos temieron que los demonios lo estuviesen atormentando y salieron a buscarlo.
Él los vio venir y apuñaló a uno y a otro".
-¡Viejo esclavo -gritaron al unísono-, el otro día nos vapuleaste, hoy te vamos a matar!
El anciano recordó que, en efecto, días atrás había maltratado a sus nietos. Se fingió muerto y sus nietos lo abandonaron en la calle. Cuando llegó a su casa quiso castigar a los muchachos, pero éstos, con la frente inclinada hasta el suelo, le imploraron:
-Somos tus nietos, ¿cómo íbamos a cometer semejante barbaridad? Han debido ser los demonios. Te suplicamos que hagas una prueba.
El abuelo se dejó convencer por sus súplicas.
Unos días después, fingiendo estar borracho, fue a los alrededores del templo y de nuevo vio venir a sus nietos, que lo ayudaron a andar. Él los agarró fuertemente, los inmovilizó y se llevó a su casa a aquellos dos demonios en figura humana. Les aherrojó el pecho y la espalda y los encadenó al patio, pero desaparecieron durante la noche y él lamentó vivamente no haberlos matado.
Pasó un mes. El viejo volvió a fingir estar borracho y salió a la aventura, después de haber escondido su puñal en el pecho, sin que su familia lo supiera. Era ya muy avanzada la noche y aún no había vuelto a su casa. Sus nietos temieron que los demonios lo estuviesen atormentando y salieron a buscarlo.
Él los vio venir y apuñaló a uno y a otro".
Kan pao
sábado, 21 de noviembre de 2009
"Las Gafas"
"Tengo gafas para ver verdades. Como no tengo costumbre no las uso nunca.Sólo una vez...
Mi mujer dormía a mi lado.
Puestas las gafas, la miré.
La calavera del esqueleto que yacía debajo de las sabanas roncaba a mi lado, junto a mí.
El hueso redondo sobre la almohada tenía los cabellos de mi mujer, con los rulos de mi mujer.
Los dientes descarnados que mordían el aire a cada ronquido, tenían la prótesis de platino de mi mujer.
Acaricié los cabellos y palpé el hueso procurando no entrar en las cuencas de los ojos: no cabía duda, aquello era mi mujer.
Dejé las gafas, me levanté, y estuve paseando hasta que el sueño me rindió y me volvió a la cama.
Desde entonces, pienso mucho en las cosas de la vida y de la muerte.
Amo a mi mujer, pero si fuera más joven me metería a monje".
Mi mujer dormía a mi lado.
Puestas las gafas, la miré.
La calavera del esqueleto que yacía debajo de las sabanas roncaba a mi lado, junto a mí.
El hueso redondo sobre la almohada tenía los cabellos de mi mujer, con los rulos de mi mujer.
Los dientes descarnados que mordían el aire a cada ronquido, tenían la prótesis de platino de mi mujer.
Acaricié los cabellos y palpé el hueso procurando no entrar en las cuencas de los ojos: no cabía duda, aquello era mi mujer.
Dejé las gafas, me levanté, y estuve paseando hasta que el sueño me rindió y me volvió a la cama.
Desde entonces, pienso mucho en las cosas de la vida y de la muerte.
Amo a mi mujer, pero si fuera más joven me metería a monje".
Matías García Megías
viernes, 20 de noviembre de 2009
"Un Creyente"
jueves, 19 de noviembre de 2009
"La Obra y el Poeta"
"El poeta hindú Tulsi Das, compuso la gesta de Hanuman y de su ejército de monos. Años después, un rey lo encarceló en una torre de piedra. En la celda se puso a meditar y de la meditación surgió Hanuman con su ejército de monos y conquistaron la ciudad e irrumpieron en la torre y lo libertaron".
R.F Burton
R.F Burton
miércoles, 18 de noviembre de 2009
"El Espejo de Viento y Luna"
"En un año las dolencias de Kia Yui se agravaron. La imagen de la inaccesible señora Fénix gastaba sus días; las pesadillas y el insomnio, sus noches. Una tarde un mendigo taoísta pedía limosna en la calle, proclamando que podía curar las enfermedades del alma. Kia Yui lo hizo llamar. El mendigo le dijo: -Con medicinas no se cura su mal. Tengo un tesoro que lo sanará si sigue mis órdenes. De su manga sacó un espejo bruñido de ambos lados; el espejo tenía la inscripción: Precioso Espejo de Viento y Luna. Agregó: -Este espejo viene del Palacio del Hada del Terrible Despertar y tiene la virtud de curar los males causados por los pensamientos impuros. Pero guárdese de mirar el anverso. Sólo mire el reverso. Mañana volveré a buscar el espejo y a felicitarlo por su mejoría. Se fue sin aceptar las monedas que le ofrecieron. Kia Yui tomó el espejo y miró según le había indicado el mendigo. Lo arrojó con espanto: El espejo reflejaba una calavera. Maldijo al mendigo; irritado, quiso ver el anverso. Empuñó el espejo y miró: Desde su fondo, la señora Fénix, espléndidamente vestida, le hacía señas. Kia Yui se sintió arrebatado por el espejo y atravesó el metal y cumplió el acto de amor. Después, Fénix lo acompañó hasta la salida. Cuando Kia Yui se despertó, el espejo estaba al revés y le mostraba, de nuevo, la calavera. Agotado por la delicia del lado falaz del espejo, Kia Yui no resistió, sin embargo, a la tentación de mirarlo una vez más. De nuevo Fénix le hizo señas, de nuevo penetró en el espejo y satisficieron su amor. Esto ocurrió unas cuantas veces. La última, dos hombres lo apresaron al salir y lo encadenaron. -Los seguiré -murmuró- pero déjenme llevar el espejo. Fueron sus últimas palabras. Lo hallaron muerto, sobre la sábana manchada".
Tsao Hsue-Kin
Tsao Hsue-Kin
martes, 17 de noviembre de 2009
"El gesto de la Muerte"
"Un joven jardinero persa dice a su príncipe: -¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán.El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:-Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?-No fue un gesto de amenaza -le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán".
Jean Cocteau
lunes, 16 de noviembre de 2009
"El Sueño del Rey"
domingo, 15 de noviembre de 2009
"Un Rajá que se Aburre"
"¡El rajá se aburre! ¡Ah, sí, se aburre el rajá! ¡Se aburre como quizá nunca se aburrió en su vida! (¡Y Buda sabe si el pobre rajá se aburrió!) En el patio norte del palacio, la escolta aguarda. Y también aguardan los elefantes del rajá. Porque hoy el rajá debía cazar al jaguar. Ante yo no sé qué suave gesto del rajá, el intendente comprende: ¡que entre la escolta!; ¡que entren los elefantes! Muy perezosamente, entra la escolta, llena de contento. Los elefantes murmuran roncamente, que es la manera, entre los elefantes, de expresar el descontento. Porque, al contrario del elefante de África, que gusta solamente de la caza de mariposas, el elefante de Asia sólo se apasiona con la caza del jaguar. Entonces, ¡que vengan las bailarinas! ¡Aquí están las bailarinas! Las bailarinas no impiden que el rajá se aburra. ¡Afuera, afuera las bailarinas! Y las bailarinas se van. ¡Un momento, un momento! Hay entre las bailarinas una nueva pequeña que el rajá no conoce. -Quédate aquí, pequeña bailarina. ¡Y baila! ¡He aquí que baila, la pequeña bailarina! ¡Oh, su danza! ¡El encanto de su paso, de su actitud, de sus ademanes graves! ¡Oh, los arabescos que sus diminutos pies escriben sobre el ónix de las baldosas! ¡Oh, la gracia casi religiosa de sus manos menudas y lentas! ¡Oh, todo! Y he aquí que al ritmo de la música ella comienza a desvestirse. Una a una, cada pieza de su vestido, ágilmente desprendida, vuela a su alrededor. ¡El rajá se enciende! Y cada vez que una pieza del vestido cae, el rajá, impaciente, ronco, dice: -¡Más! Ahora, hela aquí toda desnuda. Su pequeño cuerpo, joven y fresco, es un encantamiento. No se sabría decir si es de bronce infinitamente claro o de marfil un poco rosado. ¿Ambas cosas, quizá? El rajá está parado, y ruge, como loco: -¡Más! La pobre pequeña bailarina vacila. ¿Ha olvidada sobre ella una insignificante brizna de tejido? Pero no, está bien desnuda. El rajá arroja a sus servidores una malvada mirada oscura y ruge nuevamente: -¡Más! Ellos lo entendieron. Los largos cuchillos salen de las vainas. Los servidores levantan, no sin destreza, la piel de la linda pequeña bailarina. La niña soporta con coraje superior a su edad esta ridícula operación, y pronto aparece ante el rajá como una pieza anatómica escarlata, jadeante y humeante. Todo el mundo se retira por discreción. ¡Y el rajá no se aburre más!"
Alphonse Allais
Alphonse Allais
sábado, 14 de noviembre de 2009
"El Dedo"
"Un hombre pobre se encontró en su camino a un antiguo amigo. Éste tenía un poder sobrenatural que le permitía hacer milagros. Como el hombre pobre se quejara de las dificultades de su vida, su amigo tocó con el dedo un ladrillo que de inmediato se convirtió en oro. Se lo ofreció al pobre, pero éste se lamentó de que eso era muy poco. El amigo tocó un león de piedra que se convirtió en un león de oro macizo y lo agregó al ladrillo de oro. El amigo insistió en que ambos regalos eran poca cosa.
-¿Qué más deseas, pues? -le preguntó sorprendido el hacedor de prodigios.
-¡Quisiera tu dedo! -contestó el otro".
-¿Qué más deseas, pues? -le preguntó sorprendido el hacedor de prodigios.
-¡Quisiera tu dedo! -contestó el otro".
Feng Meng-Lung
viernes, 13 de noviembre de 2009
"El Lobo"
"Logré que uno de mis compañeros de hostería -un soldado más valiente que Plutón- me acompañara. Al primer canto del gallo, emprendimos la marcha; brillaba la luna como el sol a mediodía. Llegamos a unas tumbas. Mi hombre se para; empieza a conjurar astros; yo me siento y me pongo a contar las columnas y a canturrear. Al rato me vuelvo hacia mi compañero y lo veo desnudarse y dejar la ropa al borde del camino. De miedo se me abrieron las carnes; me quedé como muerto: Lo vi orinar alrededor de su ropa y convertirse en lobo.
Lobo, rompió a dar maullidos y huyó al bosque.
Fui a recoger su ropa y vi que se había transformado en piedra.
Desenvainé la espada y temblando llegué a casa. Melisa se extrañó de verme llegar a tales horas.
-Si hubieras llegado un poco antes -me dijo- hubieras podido ayudarnos: Un lobo ha penetrado en el redil y ha matado las ovejas; fue una verdadera carnicería; logró escapar, pero uno de los esclavos le atravesó el pescuezo con la lanza.
Al día siguiente volví por el camino de las tumbas. En lugar de la ropa petrificada había una mancha de sangre.
Entré en la hostería; el soldado estaba tendido en un lecho. Sangraba como un buey; un médico estaba curándole el cuello".
Lobo, rompió a dar maullidos y huyó al bosque.
Fui a recoger su ropa y vi que se había transformado en piedra.
Desenvainé la espada y temblando llegué a casa. Melisa se extrañó de verme llegar a tales horas.
-Si hubieras llegado un poco antes -me dijo- hubieras podido ayudarnos: Un lobo ha penetrado en el redil y ha matado las ovejas; fue una verdadera carnicería; logró escapar, pero uno de los esclavos le atravesó el pescuezo con la lanza.
Al día siguiente volví por el camino de las tumbas. En lugar de la ropa petrificada había una mancha de sangre.
Entré en la hostería; el soldado estaba tendido en un lecho. Sangraba como un buey; un médico estaba curándole el cuello".
Petronio Capítulo LXII del Satiricón
jueves, 12 de noviembre de 2009
"El Verdugo"
"Cuenta la historia que había una vez un verdugo llamado Wang Lun, que vivía en el reino del segundo emperador de la dinastía Ming. Era famoso por su habilidad y rapidez al decapitar a sus víctimas, pero toda su vida había tenido una secreta aspiración jamás realizada todavía: cortar tan rápidamente el cuello de una persona que la cabeza quedara sobre el cuello, posada sobre él. Practicó y practicó y finalmente, en su año sesenta y seis, realizó su ambición. Era un atareado día de ejecuciones y él despachaba cada hombre con graciosa velocidad; las cabezas rodaban en el polvo. Llegó el duodécimo hombre, empezó a subir el patíbulo y Wang Lun, con un golpe de su espada, lo decapitó con tal celeridad que la víctima continuó subiendo. Cuando llegó arriba, se dirigió airadamente al verdugo:
-¿Por qué prolongas mi agonía? -le preguntó-. ¡Habías sido tan misericordiosamente rápido con los otros!
Fue el gran momento de Wang Lun; había coronado el trabajo de toda su vida. En su rostro apareció una serena sonrisa; se volvió hacia su víctima y le dijo:
-Tenga la bondad de inclinar la cabeza, por favor".
-¿Por qué prolongas mi agonía? -le preguntó-. ¡Habías sido tan misericordiosamente rápido con los otros!
Fue el gran momento de Wang Lun; había coronado el trabajo de toda su vida. En su rostro apareció una serena sonrisa; se volvió hacia su víctima y le dijo:
-Tenga la bondad de inclinar la cabeza, por favor".
A.Koestler
miércoles, 11 de noviembre de 2009
"Sueño de la Mariposa"
martes, 10 de noviembre de 2009
"Asgard"
"Asgard, es el hogar de los dioses, es el plano mas cercano a Yggdrasill, el árbol del mundo. Muchos de los hogares de los dioses asgardianos en forma de palacios o grandes pabellones llamados también estancias o salones por que la importancia la tienen sus grandes nombres.
Odin tiene dos palacios en Asgard, Valhalla y Valaskjalf.
Valhalla: El Valhalla es el hogar para todos aquellos caídos en combate los einherjar(los muertos heroicos). Tiene 550 puertas, cada una de las cuales es suficiente ancha para que pasen por ella 800 hombres a la vez marchando hombro con hombro.Estas enormes puertas están diseñadas para que los guerreros escojidos se lanzaran al ataque al primer signo del Ragnarok, el día de la ciada de los dioses, donde caerían de nuevo al lado de estos, en una gran batalla en la llanura de Vigrit".
Odin tiene dos palacios en Asgard, Valhalla y Valaskjalf.
Valhalla: El Valhalla es el hogar para todos aquellos caídos en combate los einherjar(los muertos heroicos). Tiene 550 puertas, cada una de las cuales es suficiente ancha para que pasen por ella 800 hombres a la vez marchando hombro con hombro.Estas enormes puertas están diseñadas para que los guerreros escojidos se lanzaran al ataque al primer signo del Ragnarok, el día de la ciada de los dioses, donde caerían de nuevo al lado de estos, en una gran batalla en la llanura de Vigrit".
Leyenda de la Mitología Nórdica.
lunes, 9 de noviembre de 2009
"El Ojo del Sol"
"Ra, el rey de los dioses, sabía que su hija Hathor, cuando tenía apariencia humana, era la diosa más agraciada en virtudes. Llenaba de alegría y de encanto todos los lugares. Era la protectora de los dioses. “El Ojo Del Sol” era el lado más negativo de la diosa Hathor. Ella adquiría muy variadas formas. Cuando se enojaba todos los dioses la temían.
Un día Ra tuvo que discutir con su hija. El Ojo Del Sol tenía muchísimos celos de los dioses que creó su padre. Éste no pudo consentir ese comportamiento tan injusto y Hathor se enfadó muchísimo y se marchó hacia Nubia, teniendo que atravesar desiertos. La diosa ya no mostraba su forma humana, tenía la apariencia de un gato salvaje o la de una leona furiosa. Cualquier criatura que se le acercase sería víctima de ella. Cazaba y mataba, vivía de ese modo.
Ra entristeció y cayó en una profunda melancolía, hasta tal punto que “ El dios Sol” ocultó su rostro y la tierra se quedó sin luz, en una profunda oscuridad.
Yo me pregunto una cosa:
-¡Ra! ¿Cómo pudo ocurrir tal cosa, tú, que eres el que envía la alegría al mundo y ahuyentas las desgracias y las penas?
Egipto estaba desconocido. Era muy cruel ver ese panorama en la tierra. ¡Qué tristeza!
Ra pidió ayuda a los dioses y le dijo a Thot, el dios más sabio, uno de mis dioses favoritos, que fuera a Nubia a convencer a Hathor para que volviera a Egipto. Thot estaba atemorizado, pues sabía que en cuanto lo viera, Hathor lo mataría. Entonces pensó que lo mejor sería adquirir la forma de un mandril para ser más insignificante.
Después de seguir los pasos de la diosa, la encontró y se acercó a ella. Thot le dio conversación haciendo referencia a Ra y recordándole que era la hija del sol, pero ella bajo la forma de gato salvaje le dijo:
-¡Dime lo que tengas que decir y muere!
Thot comenzó a contarle una historia para distraerla y a su vez para recordarle que el rey de los dioses, Ra, su padre, siempre hacía justicia. Comenzó contándole la historia de un buitre hembra que había tenido pollitos y una gata que había tenido gatitos. Ambas mamás habían hecho un pacto y habían jurado por Ra que ninguna atacaría a las crías de la otra.
Un día uno de los pollitos se escapó del nido en una de las ausencias de la madre, y al no saber volar fue a caer donde estaban los gatitos y les quitó un poco de comida. La madre gata sin pararse a pensar atacó al polluelo y lo hirió, después le dijo que se fuera.
El pequeñín no podía volar todavía porque era un pollito, pero le dijo a la gata:
-¡Has roto el pacto y Ra te lo hará pagar!
El polluelo murió. Su madre lo buscó y finalmente lo encontró en la otra montaña muerto. El buitre se dirigió enseguida hacia los gatitos y cuando estuvo ausente la gata, entonces los mató y se los llevó al nido como alimento para sus polluelos.
La gata se enfureció y le pidió a Ra vengar al buitre. El dios Sol decidió castigar a las dos mamás por haber roto el juramento que habían hecho en su nombre. Entonces ocurrió lo siguiente: El buitre vio a un cazador que se estaba asando una pierna para comérsela. Enseguida se lanzó a cogerla para llevársela a su nido como alimento, pero resulta que la carne contenía todavía brasas que estaban encendidas y éstas cayeron sobre los pollitos, muriendo éstos y sin poder hacer nada la madre por ellos.
Thot terminó de hablar y El Ojo Del Sol se quedó pensativa y recordó lo poderoso y lo justo que era su padre. Hathor había cambiado su carácter completamente. Thot le había recordado a su padre, a su hermano Shu, a su tierra “Egipto“... Y en ese momento recordó lo mucho que los hombres la adoraban.
También el más sabio de los dioses le comentaba cómo estaba Egipto sin ella: en tinieblas, triste, sin alegría...
Pero cuando más confiado estaba Thot en hacerla regresar, ésta se dio cuenta de que el mandril quería disuadirla para volver a Egipto y entonces montó en cólera por haberla hecho llorar, y se enfureció de tal manera que se convirtió en una enorme leona.
-¡En nombre de Ra, perdóname! ¡Antes de atacarme escucha la historia que te voy a contar! -dijo Thot.
Mi sabio Thot comenzó enseguida a contarle otra historia para tranquilizarla:
«Dos buitres se pasaban el tiempo discutiendo sobre cual de ellos poseía más dones:
-Yo soy capaz de... -decía uno de ellos.
-Pues yo puedo... -replicaba el otro.
De repente uno de ellos se empezó a reír y dijo :
-Si supieras lo que he visto.
-¿Qué has visto? -contestó el otro.
-Como tú ya sabes tengo una poderosa vista y he podido contemplar lo siguiente: He visto cómo una lagartija se comía una mosca. Después una serpiente se comía la lagartija y posteriormente un halcón se llevaba la serpiente, pero como ésta pesaba mucho, el halcón cayó al mar y los dos fueron comidos por un pez. Y seguidamente ha pasado un pez más grande y se ha comido al primero. El pez grande se había acercado a la orilla del mar y había sido capturado por un león. Después apareció una criatura extraña, mitad león y mitad águila, y se lo ha llevado a su nido para comérselo.
Uno de ellos dijo:
-Seguramente que esa criatura extraña es un mensajero de Ra. Los que matan mueren. Y no hay nada que se pueda comparar con la justicia del rey de los dioses.»
Thot le dijo a El Ojo Del Sol:
-Tu propio padre es quien da bien por bien y mal por mal.
En ese momento la diosa se sintió muy orgullosa de su padre y le dijo al mandril:
-No te preocupes que no te voy a matar.
El sabio Thot emprendió el viaje hacia Egipto acompañado por el gato salvaje (la diosa). Como no se fiaba todavía de ella comenzó a contarle otra historia:
-“Dos chacales que vivían en el desierto...”
Cuando terminó de contarle la historia le dijo:
-Como me has perdonado la vida yo te protegeré durante todo el camino.
La diosa se empezó a reír y le dijo que El Ojo Del Sol no necesitaba su protección, pues el mandril era mucho más débil que ella.
El mandril, es decir, Thot, comenzó a hablar:
-Te voy a recordar una historia: «Trata de un león que buscaba desesperadamente al hombre para matarlo. El león pensaba que él era el más fuerte. Se había enfurecido pensando que una criatura que no conocía, “el hombre”, pudiera con una pantera que se había encontrado medio muerta. Con un león y con varias criaturas que se habían cruzado por el camino y que habían sido víctimas del hombre. Con lo que no contaba el león era con el arma más poderosa del hombre: ”la astucia”. En su búsqueda desesperada se encontró con un ratoncillo, y éste le dijo:
-Oiga, por favor, no me aplaste. Si me aplasta para luego comerme, no le va ha merecer la pena, pues soy tan diminuto que no le voy a saber a nada. Dejándome en libertad algún día le devolveré el favor.
El león no lo mató y se fue riéndose a carcajadas.
-Un ratoncillo ayudarme a mí, ja, ja,ja -dijo el león.
Al poco tiempo sucedió que el león fue a caer en una trampa que había preparado el hombre. El león cayó en un agujero que estaba tapado con ramas, y éste había quedado atrapado en una red. Quedaba poco tiempo para que el hombre lo matara. A media noche pasó el ratoncillo por allí y enseguida ayudó al león para que éste pudiera escapar. El diminuto animal comenzó a roer todas las redes, todas las cuerdas. Y el león se fue lejos de aquel lugar, donde no le pudiese atrapar el hombre. Pero la experiencia le hizo comprender que un ser más débil puede ayudar al que tiene más fuerza.»
Hathor lo escuchó y comenzó a tenerle mucho más respeto al mandril.
En El-Kab, al pasar la frontera de Egipto, Hathor tomó la apariencia de un buitre, y en el siguiente pueblo volvió a cambiar de aspecto. Hasta acercarse a Tebas, allí adquirió la apariencia de un gato salvaje.
Todo Egipto estaba pendiente del regreso de su bella diosa. También estaban los enemigos de Ra, y mientras Hathor dormía, una serpiente venenosa se le acercó, pero Thot, que estaba vigilante, avisó a su diosa y ésta saltó como una fiera hacia la serpiente y la mató.
Hathor recordó la historia del ratón y el león y se fue dándole las gracias a su amigo el mandril.
Al llegar a Tebas por la mañana se transformó en una bella mujer, llena de bondad y alegría, como ella era. La bella Hathor se juntó con su padre en la ciudad sagrada de Heliópolis y se dieron un fuerte abrazo. Todo Egipto saltó de alegría. Thot volvió a mostrar su apariencia normal y la diosa lo reconoció.
Ra agradeció a Thot el regreso de El Ojo Del Sol y formaron una gran fiesta.
Como se puede ver, Thot tenía una gran sabiduría".
Un día Ra tuvo que discutir con su hija. El Ojo Del Sol tenía muchísimos celos de los dioses que creó su padre. Éste no pudo consentir ese comportamiento tan injusto y Hathor se enfadó muchísimo y se marchó hacia Nubia, teniendo que atravesar desiertos. La diosa ya no mostraba su forma humana, tenía la apariencia de un gato salvaje o la de una leona furiosa. Cualquier criatura que se le acercase sería víctima de ella. Cazaba y mataba, vivía de ese modo.
Ra entristeció y cayó en una profunda melancolía, hasta tal punto que “ El dios Sol” ocultó su rostro y la tierra se quedó sin luz, en una profunda oscuridad.
Yo me pregunto una cosa:
-¡Ra! ¿Cómo pudo ocurrir tal cosa, tú, que eres el que envía la alegría al mundo y ahuyentas las desgracias y las penas?
Egipto estaba desconocido. Era muy cruel ver ese panorama en la tierra. ¡Qué tristeza!
Ra pidió ayuda a los dioses y le dijo a Thot, el dios más sabio, uno de mis dioses favoritos, que fuera a Nubia a convencer a Hathor para que volviera a Egipto. Thot estaba atemorizado, pues sabía que en cuanto lo viera, Hathor lo mataría. Entonces pensó que lo mejor sería adquirir la forma de un mandril para ser más insignificante.
Después de seguir los pasos de la diosa, la encontró y se acercó a ella. Thot le dio conversación haciendo referencia a Ra y recordándole que era la hija del sol, pero ella bajo la forma de gato salvaje le dijo:
-¡Dime lo que tengas que decir y muere!
Thot comenzó a contarle una historia para distraerla y a su vez para recordarle que el rey de los dioses, Ra, su padre, siempre hacía justicia. Comenzó contándole la historia de un buitre hembra que había tenido pollitos y una gata que había tenido gatitos. Ambas mamás habían hecho un pacto y habían jurado por Ra que ninguna atacaría a las crías de la otra.
Un día uno de los pollitos se escapó del nido en una de las ausencias de la madre, y al no saber volar fue a caer donde estaban los gatitos y les quitó un poco de comida. La madre gata sin pararse a pensar atacó al polluelo y lo hirió, después le dijo que se fuera.
El pequeñín no podía volar todavía porque era un pollito, pero le dijo a la gata:
-¡Has roto el pacto y Ra te lo hará pagar!
El polluelo murió. Su madre lo buscó y finalmente lo encontró en la otra montaña muerto. El buitre se dirigió enseguida hacia los gatitos y cuando estuvo ausente la gata, entonces los mató y se los llevó al nido como alimento para sus polluelos.
La gata se enfureció y le pidió a Ra vengar al buitre. El dios Sol decidió castigar a las dos mamás por haber roto el juramento que habían hecho en su nombre. Entonces ocurrió lo siguiente: El buitre vio a un cazador que se estaba asando una pierna para comérsela. Enseguida se lanzó a cogerla para llevársela a su nido como alimento, pero resulta que la carne contenía todavía brasas que estaban encendidas y éstas cayeron sobre los pollitos, muriendo éstos y sin poder hacer nada la madre por ellos.
Thot terminó de hablar y El Ojo Del Sol se quedó pensativa y recordó lo poderoso y lo justo que era su padre. Hathor había cambiado su carácter completamente. Thot le había recordado a su padre, a su hermano Shu, a su tierra “Egipto“... Y en ese momento recordó lo mucho que los hombres la adoraban.
También el más sabio de los dioses le comentaba cómo estaba Egipto sin ella: en tinieblas, triste, sin alegría...
Pero cuando más confiado estaba Thot en hacerla regresar, ésta se dio cuenta de que el mandril quería disuadirla para volver a Egipto y entonces montó en cólera por haberla hecho llorar, y se enfureció de tal manera que se convirtió en una enorme leona.
-¡En nombre de Ra, perdóname! ¡Antes de atacarme escucha la historia que te voy a contar! -dijo Thot.
Mi sabio Thot comenzó enseguida a contarle otra historia para tranquilizarla:
«Dos buitres se pasaban el tiempo discutiendo sobre cual de ellos poseía más dones:
-Yo soy capaz de... -decía uno de ellos.
-Pues yo puedo... -replicaba el otro.
De repente uno de ellos se empezó a reír y dijo :
-Si supieras lo que he visto.
-¿Qué has visto? -contestó el otro.
-Como tú ya sabes tengo una poderosa vista y he podido contemplar lo siguiente: He visto cómo una lagartija se comía una mosca. Después una serpiente se comía la lagartija y posteriormente un halcón se llevaba la serpiente, pero como ésta pesaba mucho, el halcón cayó al mar y los dos fueron comidos por un pez. Y seguidamente ha pasado un pez más grande y se ha comido al primero. El pez grande se había acercado a la orilla del mar y había sido capturado por un león. Después apareció una criatura extraña, mitad león y mitad águila, y se lo ha llevado a su nido para comérselo.
Uno de ellos dijo:
-Seguramente que esa criatura extraña es un mensajero de Ra. Los que matan mueren. Y no hay nada que se pueda comparar con la justicia del rey de los dioses.»
Thot le dijo a El Ojo Del Sol:
-Tu propio padre es quien da bien por bien y mal por mal.
En ese momento la diosa se sintió muy orgullosa de su padre y le dijo al mandril:
-No te preocupes que no te voy a matar.
El sabio Thot emprendió el viaje hacia Egipto acompañado por el gato salvaje (la diosa). Como no se fiaba todavía de ella comenzó a contarle otra historia:
-“Dos chacales que vivían en el desierto...”
Cuando terminó de contarle la historia le dijo:
-Como me has perdonado la vida yo te protegeré durante todo el camino.
La diosa se empezó a reír y le dijo que El Ojo Del Sol no necesitaba su protección, pues el mandril era mucho más débil que ella.
El mandril, es decir, Thot, comenzó a hablar:
-Te voy a recordar una historia: «Trata de un león que buscaba desesperadamente al hombre para matarlo. El león pensaba que él era el más fuerte. Se había enfurecido pensando que una criatura que no conocía, “el hombre”, pudiera con una pantera que se había encontrado medio muerta. Con un león y con varias criaturas que se habían cruzado por el camino y que habían sido víctimas del hombre. Con lo que no contaba el león era con el arma más poderosa del hombre: ”la astucia”. En su búsqueda desesperada se encontró con un ratoncillo, y éste le dijo:
-Oiga, por favor, no me aplaste. Si me aplasta para luego comerme, no le va ha merecer la pena, pues soy tan diminuto que no le voy a saber a nada. Dejándome en libertad algún día le devolveré el favor.
El león no lo mató y se fue riéndose a carcajadas.
-Un ratoncillo ayudarme a mí, ja, ja,ja -dijo el león.
Al poco tiempo sucedió que el león fue a caer en una trampa que había preparado el hombre. El león cayó en un agujero que estaba tapado con ramas, y éste había quedado atrapado en una red. Quedaba poco tiempo para que el hombre lo matara. A media noche pasó el ratoncillo por allí y enseguida ayudó al león para que éste pudiera escapar. El diminuto animal comenzó a roer todas las redes, todas las cuerdas. Y el león se fue lejos de aquel lugar, donde no le pudiese atrapar el hombre. Pero la experiencia le hizo comprender que un ser más débil puede ayudar al que tiene más fuerza.»
Hathor lo escuchó y comenzó a tenerle mucho más respeto al mandril.
En El-Kab, al pasar la frontera de Egipto, Hathor tomó la apariencia de un buitre, y en el siguiente pueblo volvió a cambiar de aspecto. Hasta acercarse a Tebas, allí adquirió la apariencia de un gato salvaje.
Todo Egipto estaba pendiente del regreso de su bella diosa. También estaban los enemigos de Ra, y mientras Hathor dormía, una serpiente venenosa se le acercó, pero Thot, que estaba vigilante, avisó a su diosa y ésta saltó como una fiera hacia la serpiente y la mató.
Hathor recordó la historia del ratón y el león y se fue dándole las gracias a su amigo el mandril.
Al llegar a Tebas por la mañana se transformó en una bella mujer, llena de bondad y alegría, como ella era. La bella Hathor se juntó con su padre en la ciudad sagrada de Heliópolis y se dieron un fuerte abrazo. Todo Egipto saltó de alegría. Thot volvió a mostrar su apariencia normal y la diosa lo reconoció.
Ra agradeció a Thot el regreso de El Ojo Del Sol y formaron una gran fiesta.
Como se puede ver, Thot tenía una gran sabiduría".
Anónimo Egipcio
domingo, 8 de noviembre de 2009
"La Verdad....¿es la Verdad?
"El rey había entrado en un estado de honda reflexión durante los últimos días. Estaba pensativo y ausente. Se hacía muchas preguntas, entre otras por qué los seres humanos no eran mejores. Sin poder resolver esta última interrogante, pidió que trajeran a su presencia a un ermitaño que moraba en un bosque cercano y que llevaba años dedicado a la meditación, habiendo cobrado fama de sabio y ecuánime.Sólo porque se lo exigieron, el eremita abandonó la inmensa paz del bosque.
-Señor, ¿qué deseas de mí? -preguntó ante el meditabundo monarca.
-He oído hablar mucho de ti -dijo el rey-. Sé que apenas hablas, que no gustas de honores ni placeres, que no haces diferencia entre un trozo de oro y uno de arcilla, pero todos dicen que eres un sabio.
-La gente dice, señor -repuso indiferente el ermitaño.
-A propósito de la gente quiero preguntarte -dijo el monarca-. ¿Cómo lograr que la gente sea mejor?
-Puedo decirte, señor -repuso el ermitaño-, que las leyes por sí mismas no bastan, en absoluto, para hacer mejor a la gente. El ser humano tiene que cultivar ciertas actitudes y practicar ciertos métodos para alcanzar la verdad de orden superior y la clara comprensión. Esa verdad de orden superior tiene, desde luego, muy poco que ver con la verdad ordinaria.
El rey se quedó dubitativo. Luego reaccionó para replicar:
-De lo que no hay duda, ermitaño, es de que yo, al menos, puedo lograr que la gente diga la verdad; al menos puedo conseguir que sean veraces.
El eremita sonrió levemente, pero nada dijo. Guardó un noble silencio.
El rey decidió establecer un patíbulo en el puente que servía de acceso a la ciudad. Un escuadrón a las órdenes de un capitán revisaba a todo aquel que entraba a la ciudad. Se hizo público lo siguiente: “Toda persona que quiera entrar en la ciudad será previamente interrogada. Si dice la verdad, podrá entrar. Si miente, será conducida al patíbulo y ahorcada”.
Amanecía. El ermitaño, tras meditar toda la noche, se puso en marcha hacia la ciudad. Su amado bosque quedaba a sus espaldas. Caminaba con lentitud. Avanzó hacia el puente. El capitán se interpuso en su camino y le preguntó:
-¿Adónde vas?
-Voy camino de la horca para que puedan ahorcarme -repuso sereno el eremita.
El capitán aseveró:
-No lo creo.
-Pues bien, capitán, si he mentido, ahórcame.
-Pero si te ahorcamos por haber mentido -repuso el capitán-, habremos convertido en cierto lo que has dicho y, en ese caso, no te habremos ahorcado por mentir, sino por decir la verdad.
-Así es -afirmó el ermitaño-.
Ahora usted sabe lo que es la verdad... ¡Su verdad!"
Anónimo Hindú
-Señor, ¿qué deseas de mí? -preguntó ante el meditabundo monarca.
-He oído hablar mucho de ti -dijo el rey-. Sé que apenas hablas, que no gustas de honores ni placeres, que no haces diferencia entre un trozo de oro y uno de arcilla, pero todos dicen que eres un sabio.
-La gente dice, señor -repuso indiferente el ermitaño.
-A propósito de la gente quiero preguntarte -dijo el monarca-. ¿Cómo lograr que la gente sea mejor?
-Puedo decirte, señor -repuso el ermitaño-, que las leyes por sí mismas no bastan, en absoluto, para hacer mejor a la gente. El ser humano tiene que cultivar ciertas actitudes y practicar ciertos métodos para alcanzar la verdad de orden superior y la clara comprensión. Esa verdad de orden superior tiene, desde luego, muy poco que ver con la verdad ordinaria.
El rey se quedó dubitativo. Luego reaccionó para replicar:
-De lo que no hay duda, ermitaño, es de que yo, al menos, puedo lograr que la gente diga la verdad; al menos puedo conseguir que sean veraces.
El eremita sonrió levemente, pero nada dijo. Guardó un noble silencio.
El rey decidió establecer un patíbulo en el puente que servía de acceso a la ciudad. Un escuadrón a las órdenes de un capitán revisaba a todo aquel que entraba a la ciudad. Se hizo público lo siguiente: “Toda persona que quiera entrar en la ciudad será previamente interrogada. Si dice la verdad, podrá entrar. Si miente, será conducida al patíbulo y ahorcada”.
Amanecía. El ermitaño, tras meditar toda la noche, se puso en marcha hacia la ciudad. Su amado bosque quedaba a sus espaldas. Caminaba con lentitud. Avanzó hacia el puente. El capitán se interpuso en su camino y le preguntó:
-¿Adónde vas?
-Voy camino de la horca para que puedan ahorcarme -repuso sereno el eremita.
El capitán aseveró:
-No lo creo.
-Pues bien, capitán, si he mentido, ahórcame.
-Pero si te ahorcamos por haber mentido -repuso el capitán-, habremos convertido en cierto lo que has dicho y, en ese caso, no te habremos ahorcado por mentir, sino por decir la verdad.
-Así es -afirmó el ermitaño-.
Ahora usted sabe lo que es la verdad... ¡Su verdad!"
Anónimo Hindú
sábado, 7 de noviembre de 2009
"Llorando la Muerte de una Madre"
"La madre de un hombre que vivía al este de la ciudad murió y él lloró su muerte, pero su llanto no sonaba suficientemente triste.
Al ver esto, el hijo de una mujer que vivía al oeste de la ciudad dijo a su madre:
-¿Por qué no te mueres pronto? Prometo llorarte con gran desconsuelo.
Será difícil que un hombre que desea la muerte de su madre pueda llorarla amargamente".
Anónimo Chino
Al ver esto, el hijo de una mujer que vivía al oeste de la ciudad dijo a su madre:
-¿Por qué no te mueres pronto? Prometo llorarte con gran desconsuelo.
Será difícil que un hombre que desea la muerte de su madre pueda llorarla amargamente".
Anónimo Chino
viernes, 6 de noviembre de 2009
"El Puente de la Discordia"
"Mejor es prevenir cuanto antes: esta historia no le agradará a todos. Es comprensible y verán por qué: En el pueblo de Ardes-sur-Couze, en el Puy-de-Dôme, decidieron un día construir un puente sobre un río para ir sin esfuerzo a una venerable iglesia. El puente fue construido en piedra, de un solo arco y tan estrecho y arqueado que, al entrar en él por un extremo, no podía verse se alguien caminaba en sentido contrario. Así fue que, desde el primer día, dos gruesas cabras se encontraron frente a frente. Ninguna de las dos quería ceder el paso, por lo que llegaron a pelearse por pasar y a caer finalmente las dos en el agua. Al día siguiente, le llegó el turno a dos burras. El mismo rechazo a ceder el paso, la misma disputa y la misma caída en el río. En esas condiciones, decidieron prohibir el paso por el puente a los animales. Pero al tercer día, dos campesinas de los alrededores llegaron a encontrarse cara a cara. No lo hicieron mejor que las cabras o las burras y su querella terminó en el Couze... Por lo que inventaron un dicho: «Una cabra, una burra y una mujer, tal para cual». ¡Ya les decía yo que habría alguien que se enojaría al leer esta historia!"
Anónimo francés
jueves, 5 de noviembre de 2009
"Los Caballeros Templarios"
Alejandro Dumas
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